OPINIÓN

Fotografía: Comisión Europea

Pandemia y Sinhogarismo

Texto: Esteban Sánchez Moreno e Iria-Noa de la Fuente Roldán - 9 dic 2021 11:27 CET

El 14 de marzo de 2020 se publicó el decreto que declaraba el estado de alarma en España para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19. El primer escenario fue el confinamiento de la población y la paralización de cualquier actividad de carácter no esencial. Desde entonces, la vida se desarrolla en un contexto de pandemia que ha tenido efectos de carácter sanitario, demográfico, económico y social en toda la población, pero que ha afectado de manera especialmente dura a la población en situación de sinhogarismo (en adelante, PsSH). En todas sus fases – desde el “Quédate en casa” hasta el momento actual – las dificultades asociadas a las condiciones de vida de las PsSH han convertido para ellas en un imposible el adecuado cumplimiento de las medidas de higiene, seguridad y distanciamiento, al tiempo que el deterioro de sus condiciones de vida se ha incrementado de manera notable. Para analizar en detalle las dimensiones de la exclusión y el impacto de la pandemia en el caso de las PsSH se puso en marcha el estudio “Exclusión social y COVID-19: el impacto de la pandemia en la salud, el bienestar y las condiciones de vida de las personas sin hogar”. Esta investigación fue diseñada y desarrollada por el Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación de la Universidad Complutense de Madrid (IUDC-UCM) en colaboración con la Red Faciam. El investigador principal fue Esteban Sánchez Moreno, director del IUDC-UCM, y el equipo estuvo conformado por Iria-Noa de la Fuente Roldán (adscrita al IUDC-UCM y profesora de la Facultad de Trabajo Social), Raquel Martínez y Ariane Lozano (trabajadoras sociales). Su objetivo consistió en analizar la salud y las condiciones de vida de las PsSH en España y en el impacto de la pandemia en su bienestar. Para ello, se identificaron siete dimensiones clave de las condiciones de vida, se definieron seis características o variables fundamentales y se establecieron tres momentos especialmente relevantes en el desarrollo de la pandemia:

 

Dimensiones, variables y momentos considerados en el estudio

El diseño de la investigación respondió a la necesidad de generar información de calidad para un conjunto de la ciudadanía que se caracteriza por estar socialmente invisibilizada. Por ello, se utilizaron dos instrumentos. Por un lado, se construyó un cuestionario que midiera las dimensiones y variables antes señaladas y permitiera que las personas entrevistadas pudieran registrar su experiencia durante la pandemia. Este cuestionario fue administrado a 641 personas que hacen uso de los servicios de las entidades que conforman la Red Faciam. Es importante señalar que todos los cuestionarios fueron administrados por entrevistadoras cualificadas, llegando a dedicar más de 60 minutos a las personas que participaron en el estudio. En ningún caso se recurrió a entrevistas por otro medio (telefónico, formulario en internet, etc.). Por otro lado, se entrevistó en profundidad a 18 PsSH con el objetivo de elaborar sus historias de vida. Para ello, se realizaron entrevistas sucesivas, centradas de manera más intensa en el periodo de pandemia y en la transición entre el periodo pre-pandemia y el confinamiento. Para cada persona se realizaron un mínimo de dos entrevistas. La cantidad de información obtenida es demasiado amplia como para sintetizarla en este artículo. El informe completo se encuentra disponible en el siguiente enlace:  https://faciam.org/2021/11/24/6649/

 

El impacto de la pandemia en el sinhogarismo y la exclusión residencial: algunos resultados

Los resultados obtenidos apuntan al aumento de las situaciones más extremas de exclusión social. Así, el sinhogarismo más grave ha pasado del 43% al 48%. Llama la atención que este deterioro se da de manera más clara cuando concluye el confinamiento. Estos datos apuntan a que la pandemia ha paralizado los procesos de inclusión social en un contexto donde el sinhogarismo se configura como un fenómeno muy complejo en el que se reflejan todos los elementos y procesos que constituyen la exclusión social. Estos procesos llevan a las PsSH a una situación de riesgo patente. Así, por ejemplo, el 16.2% de las PsSH que participaron en el estudio señaló haber tenido COVID-19, mientras que la prevalencia manifestada por la población general se encontraba en el 6.7%, según el estudio llevado a cabo por el Centro de Investigaciones Sociológicas en 2020. De esta forma, el aislamiento social que afecta a las PsSH no ha tenido un efecto de protección frente a la COVID-19. Más bien al contrario, sus condiciones de vida (por ejemplo, dormir en albergues o en recursos de emergencia) han supuesto un elemento clave que ha contribuido a facilitar los contagios y aumentar prevalencia del virus entre las PsSH.

 

El sinhogarismo se caracteriza por un importante deterioro de la salud. El trabajo desarrollado por el IUDC-UCM y la Red Faciam destaca especialmente el impacto de la pandemia en la salud mental de las PsSH. Los resultados obtenidos son especialmente llamativos en este punto: un 67% de las personas participantes reportan niveles altos de malestar psicológico, situándoles ante la posibilidad de presentar un posible caso de enfermedad mental. De manera concreta, ser mujer y ser joven incrementa la posibilidad de una mala salud mental entre las PsSH. Así, el 80.5% de las mujeres frente al 66.3% de los hombres que participaron en el estudio presentan un posible caso de enfermedad mental. En el mismo sentido, las personas menores de 36 años presentan niveles más elevados de deterioro de la salud mental. Concretamente, la presencia de una posible enfermedad mental afecta al 77.6% de las personas de 35 años o menos.

 

Por otro lado, los resultados de este trabajo constatan el profundo aislamiento y escasez de redes de apoyo social del que disponen las PsSH. Tan solo el 7.2% de las personas reportan niveles altos de apoyo social y en más de la mitad (55%) de los casos el nivel de apoyo social registrado es bajo. Esto, además, viene reforzado por el hecho de que el 21.7% de las personas afirman no disponer de nadie a quien poder acudir en caso de necesidad mientras que el 42.7% refiere disponer tan solo de una o dos personas, principalmente figuras profesionales. Además, la pandemia agravó esta situación, empeorando (cuando existen) las relaciones con pareja, hijos/as, hermanos/as, padre/madre, amigos/as, vecinos/as. En todos los casos, el porcentaje de personas que declaran que dichas relaciones empeoraron es mayor que el porcentaje de personas que señalan que mejoraron o que, simplemente, se mantuvieron igual.

 

El informe destaca la situación especialmente vulnerable de algunos grupos. Es el caso de las mujeres afectadas por el sinhogarismo, para las cuales el estudio apunta a que sufren – en comparación con los varones – un mayor deterioro de la salud, una mayor vulnerabilidad y mayor riesgo de sufrir violencia, aporofobia y discriminación. Con mayor frecuencia que los hombres, las mujeres afirman haber sido víctimas de algún delito antes de la pandemia. Es especialmente importante resaltar que el 13% de las mujeres víctimas de algún tipo de delito, han sufrido una agresión sexual. Esto es especialmente significativo para las mujeres menores de 50 años y para las mujeres migrantes, principalmente de origen latinoamericano. Estos datos apuntan a la necesidad de incorporar la perspectiva de género en el análisis del sinhogarismo y en el diseño de programas de intervención y protección social.

 

La edad es otra de las variables que define la presencia de grupos emergentes dentro del sinhogarismo en general. En este sentido, los resultados sugieren una situación específica para dos grupos: las personas jóvenes (hasta 35 años) y la realidad del sinhogarismo de las personas mayores (más de 50 años). El sinhogarismo en el caso de las personas jóvenes constituye un fenómeno creciente en la sociedad española. De hecho, son cada vez más las personas jóvenes en esta situación. En esta investigación, alrededor del 25% de las personas jóvenes señaló no tener relación con su núcleo familiar más cercano. A la inexistencia de la familia como elemento de protección se une el hecho de que son el grupo que más dificultades de acceso tiene a las prestaciones. En el caso de las personas mayores de 50 años, destaca la intensa precariedad de las relaciones sociales. De hecho, dentro de este grupo se observan los niveles más bajos de apoyo social. Esto se ve potenciado por la escasa frecuencia de contactos con las redes familiares, así como con amistades, vecinos/as y/o compañeros/as de trabajo. Se trata de una realidad de aislamiento social potenciada por la brecha digital, más presente en este grupo que para el resto de edades. Así, destaca que el 17.3% de las personas mayores de 50 años no tiene acceso a internet.

 

Para concluir

La pandemia nos afecta a todos y a todas, pero no por igual. En el caso de la exclusión social extrema, en el caso de las personas en situación de sinhogarismo, el impacto se ha amplificado porque la situación de riesgo social en la que vivían antes del confinamiento ha actuado como una caja de resonancia que el resto de la sociedad no puede oír. De esta manera, el incremento del deterioro de las condiciones de vida de esta ciudadanía sin hogar supone el riesgo de que su invisibilización se perpetúe, que se incremente su aislamiento, que se pongan en peligro procesos de inclusión que estaban en marcha antes de la pandemia y que se agrave la situación de grupos emergentes (mujeres, jóvenes, por ejemplo) con un crecimiento preocupante dentro del sinhogarismo. En definitiva, que se perpetúe e intensifique la expulsión social de personas que se ven privadas de la posibilidad de acceder al bienestar y de disfrutar de sus derechos de ciudadanía.