ÁGORA
Santiago Batista y Diana Gavilán, de Ciencias de la Información, Premio de Investigación en Educación y Nuevas Tecnologías
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 3 oct 2025 10:02 CET
“¿Lo hice yo o lo hizo la IA? Impacto de la IA en la propiedad psicológica y el síndrome del impostor de los estudiantes en la educación superior” es el sugerente título del trabajo con el que el investigador Santiago Batista y la profesora del Departamento de Marketing de la Facultad de Ciencias de la Información Diana Gavilán, se han hecho con el primer Premio de Investigación en Educación y Nuevas Tecnologías que convoca el Centro de Estudios Financieros.
El trabajo, que forma parte de la tesis doctoral que está terminando Santiago Batista y que dirige la profesora Diana Gavilán analiza “el efecto que tiene realmente la IA en el estudiante, así como ver el diseño que puede hacer el docente en las tareas”. Los dos responsables del estudio premiado son conscientes de que la inteligencia artificial ha venido para quedarse y que no hay que demonizarla, sino que hay que aprender a usarla para el propio beneficio de estudiantes y profesores.
Para realizar el estudio dividieron a unos 150 estudiantes de las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales y Ciencias de la Información en dos grupos. A uno de los grupos se le dio una tarea que podían delegar completamente en la IA y al otro no.
Del trabajo se deriva que “es importante cómo el docente diseña las actividades, y eso influye en la experiencia que tiene el estudiante cuando usa la IA”. Asegura Batista que “al diseñar una tarea que implica que el estudiante se involucre en su desarrollo, eso va a hacer que se esfuerce más y que aprenda más”. Y al mismo tiempo han comprobado que “si el estudiante no asume esa responsabilidad y hace un uso inadecuado de la IA se genera en él un síndrome del impostor que además se acentúa con el paso del tiempo”.
De ese resultado deducen los autores del trabajo que “el uso inadecuado de la inteligencia artificial no únicamente tiene efectos directos cuando se hace la tarea, sino que a lo largo del tiempo se ven efectos negativos como este síndrome del impostor, lo que puede tener implicaciones futuras y psicológicas en el día a día del estudiante, tanto en su vida universitaria como cuando salga al mundo laboral, y eso es preocupante”.
A raíz de los resultados del trabajo, los investigadores recomiendan “educar al docente para que fomente ese tipo de tareas que ayudan al estudiante a implicarse de manera activa, pero también al estudiante para decirle exactamente cómo tiene que utilizar la inteligencia artificial”.
La experiencia docente
Diana Gavilán, como profesora, opina que “la IA es un elefante en la clase, es un elefante del que tú puedes pensar que no está ahí, pero es un error porque sí que está y tienes que hablarlo con los estudiantes”. Reconoce Gavilán que el problema entre los docentes es que no tienen demasiado conocimiento sobre el tema y además no quieren hablar de ello con los estudiantes, que no tienen claro cómo utilizar la IA, así que quizás “ese sentimiento del impostor ya está casi implícito”. Apostilla, por tanto, que con este trabajo se pone en evidencia que “como docente tienes que adaptarte a enseñar de una manera diferente, porque si sigues haciendo lo mismo que hasta ahora no estás ayudando a tus estudiantes”.
Tiene claro la profesora de Ciencias de la Información que “el mundo universitario tiene que hacerse una reflexión muy importante, porque el problema no está en cómo se usa la IA en clase, el problema es saber lo que tengo que enseñar a estos estudiantes que van a vivir en un mundo donde la IA llegará a cotas que todavía no podemos imaginar. Ahí es donde se encuentra el reto y con este trabajo se busca un pequeño revulsivo, un espacio de reflexión”.
Gavilán se declara una defensora de la universidad pública, y como tal opina que desde aquí “tenemos un papel muy importante en todo lo que va a ser la transformación del sistema educativo, porque en general, las universidades públicas son las que suelen marcar por dónde van las tendencias, y ahora tenemos ese tiempo para reflexionar y para ir siempre hacia adelante”.
El premio
Informan los dos investigadores que el premio del Centro de Estudios Financieros tiene una larga tradición de treinta y cinco años, centrado en temas jurídicos, de tributación, finanzas o contabilidad, pero hace unos quince decidieron ampliarlo a otras categorías como empresa, educación y nuevas tecnologías.
El premio, al que la profesora ya se había presentado en otras ocasiones llegando a ser finalista, no sólo tiene mucha reputación, sobre todo en el ámbito jurídico, sino que además está dotado con 10.000 euros para el ganador, en este caso los investigadores complutenses.
Diana Gavilán afirma que ella siempre anima a sus estudiantes a presentarse a todo tipo de premios, “porque, al margen del dinero que se puede ganar y de los reconocimientos, es una manera de darse visibilidad y de conocer a gente”.