CURSOS DE VERANO

El escultor Juan Bordes, en los Cursos de Verano de El Escorial

Las esculturas “sin chorradas” de Juan Bordes

Texto: Jaime Fernández - 15 jul 2022 08:56 CET

Define la RAE la palabra “chorrada” como necedad o tontería, cosa de poca entidad o importancia. Y así, precisamente, sin esas “chorradas” que lastran a la escultura es como Juan Bordes ha definido su oficio en el taller que ha impartido en los Cursos de Verano de El Escorial. Una vez que el arte escultórico queda limpio de conceptos grandilocuentes, surge una escultura limpia, que hace disfrutar a los artistas, incluido, por supuesto, el propio Bordes, que reconoce ser feliz con su trabajo, algo que se puede ver tanto en su taller como en su amigable manera de vivir.

 

Juan Bordes, incluso siendo consciente de la importancia de la improvisación en todo taller, ha planteado el suyo en tres jornadas, comenzando con el propio concepto de la escultura, después la importancia de la estatua y, por último, la creación en el taller. El artista reconoce que de esa manera puede exponer su “credo”, sus “reglas de juego”, sobre lo que entiende por escultura, “de forma valiente y pasando de tantos convencionalismos con los que estamos presionados”.

 

Asegura Bordes que, en este momento de su vida, ya puede permitirse “el lujo de decir lo contrario de lo que piensa la gente, y si se han asustado los estudiantes no pasa nada” porque aquí hay que romper con “los convencionalismos con los que se quiere definir a la modernidad, a la originalidad y a todos esos conceptos”. Explica que todos esos clichés los ha “vomitado en la primera jornada”, donde ha hablado de su concepción y sus reflexiones sobre la escultura, no tanto sobre su propia escultura como sobre la escultura en sí.

 

Recuperar la estatua

La segunda de las sesiones del taller se ha centrado en la estatua, que “es un término también muy denostado por la modernidad, que quiere hablar de cosas mucho más pretenciosas como el espacio, el no-lugar, el campo expandido… Todos esos términos que nos incrustan los historiadores que quieren pasar a la Historia a base de cuatro conceptos, como los que en su día hablaron de impresionismo o de fauvismo, y ahí han quedado”.

 

Critica Bordes que muchos historiadores, “que no tienen otra manera de destacar”, utilizan términos abstractos, mientras que la estatua es realmente la servidumbre que tiene el escultor. De acuerdo con él, es igual que le ocurre al pintor, que tiene el cuadro, y “todo lo que ha ido saliendo detrás son reflexiones que pueden ser complementarias, son otras cosas respetables, que van hacia la publicidad, hacia la escenografía, hacia el escaparatismo”, pero a él lo que le interesa es “el hueso que hay detrás de la escultura”.

 

Para transmitir esa idea ha hecho que los estudiantes construyeran un objeto, desde “la modestia de hacer un objeto, para ser grandes a través de lo pequeño”. En concreto les propuso un ejercicio sorprendente, que era esculpir una cabellera, de la manera más libre posible y sin cortapisas.

 

Explica Bordes que él trabaja siempre con la figura, y que lleva los últimos años centrado en una serie de treinta piezas pequeñas, que ha sido uno de sus grandes retos, por lo que implica de “ordenar ese caos y convertirlo en un gesto ornamental poderoso y subyugante”. Con el ejercicio de esculpir una cabellera ha querido transmitir que “lo que más interesa es la fascinación, y que no hay que centrarse en las chorradas de querer ser moderno, porque lo eres a pesar de todo. Todo el mundo es moderno, y el presente está a pesar de los pesares, y lo mejor es que uno llegue distraído, que llegue el presente sin que uno lo quiera incluir”.

 

La experiencia, como se ve por los resultados del taller, ha sido “muy divertida y todo con muchas sorpresas, porque había pedido unos materiales, pero no llegaron hasta el último momento”. Tenía mucha confianza en el material solicitado, primero porque la lámina de plomo no la había trabajado ninguno de los asistentes al taller, y segundo porque todos se han sorprendido por las posibilidades de este material que es muy dúctil y fácil de usar para crear un objeto.

 

Espectador de uno mismo

La tarde de la segunda jornada se dedicó a comentar lo que cada uno veía sobre las diferentes obras realizados, y, por último, la tercera fue “una reflexión a partir de una herramienta complementaria, que es la fotografía”.

 

Su pasión por la fotografía surgió en los veranos de finales de los años sesenta, cuando se reunía con amigos de su hermana mayor, que eran artistas de El Paso, como Manolo Millares o Martín Chirino. Y había un fotógrafo, conocido como Fachico, que al final de su trabajo en la temporada veraniega, le hacía a Bordes un reportaje fotográfico a cambio de una escultura.

 

Allí el propio Bordes se sorprendió de que las esculturas que veía el fotógrafo eran diferentes a las que veía el propio escultor. A partir de ahí decidió que él también quería convertirse en espectador de su obra, y es que “el fotógrafo es el que extrae esculturas que uno mismo ni siquiera conoce”. Gracias a que ahora todo el mundo lleva una cámara de fotos en su móvil, los estudiantes han podido fotografiar las piezas que ellos mismos han creado, para “convertirse en espectadores, buscando esas esculturas que ellos mismos ni siquiera saben que estaban ahí”.

 

En realidad, ya el primer día les había introducido en la mirada del fotógrafo, con el recuerdo de una conferencia que impartió en el Museo del Prado, que implicaba buscar, a través de la imagen a los escultores modernos, en aquel caso en la colección de esculturas de piezas romanas que hay en la pinacoteca madrileña. Asegura Bordes, que cambiando el punto de vista es posible encontrar hasta a Richard Serra, o a “Brancusi, que nos enseñó a mirar una Venus arrodillada desde un punto de vista concreto, hablando del anamorfismo, de la restitución de la maravilla, del tesoro, cuando encuentras ese punto donde todo se restituye”.

 

Al final del taller, Bordes confía en que sus estudiantes se hayan empapado de su tesis, de que “la Historia del Arte es una eterna salmodia, una eterna repetición, y es una estupidez eso de querer innovar. Al final la Historia del Arte está construida con grandes cimas a donde han subido los grandes genios, pero siempre mirando el mismo paisaje, aunque enseñado desde diferentes perspectivas”.