NUESTRA GENTE

Francisco José Gómez, Paco, con el 600 familiar, bajo las pérgolas de Estadística

Una familia y un 600

9 dic 2021 13:46 CET

Víctor Gómez y Petra de la Cruz llegaron a Madrid en 1958 desde Las Ventas con Peña Aguilera, un pequeño pueblo de la provincia de Toledo. A Víctor le había salido trabajo como guarda de los edificios de la Institución de Formación del Profesorado de Enseñanza Laboral, ubicados en las afueras de la ciudad, a unos pocos kilómetros del Arco de la Victoria por la carretera de dos carriles, uno en cada sentido, que salía hacia la sierra. El trabajo era bueno, sobre todo, porque incluía el disfrute de una vivienda situada junto a los propios edificios, por lo que no tenía que moverse cada día por la gran ciudad

 

Alrededor de una década más tarde, la Institución trasladó su sede al interior de la capital y, junto a los edificios, se construyó uno mucho mayor, famoso por proyectarse en “depresión”, lo que le valió a su arquitecto Miguel Fisac, el Premio Nacional de Arquitectura. En el edificio se instaló en el curso 1969-70 la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense y los pequeños edificios situados delante de ella también pasaron a ser utilizados por la Universidad. Víctor fue contratado por la Complutense y se respetó el acuerdo que tenía con la Institución y continuó junto a su familia viviendo allí, en la casa donde habían nacido sus tres hijos: Juan, Francisco José y María Jesús.

 

Poco tiempo después, en 1972, Víctor decidió sacarse el carné de conducir y comprarse un coche. Optó por el más vendido de la época: el Seat 600. La vida de la familia cambió y metidos los 5 en su 600 comenzaron a viajar por España: a Santiago, a Teruel, a Zaragoza… El coche se convirtió en uno más de la familia o, al menos, así lo sentía Víctor, que lo trataba como un cuarto hijo. “Para él su coche era mucho más que un coche”, comenta Francisco José, Paco, el mediano de sus hijos y desde 1983 también personal de administración y servicios de la UCM.

 

Víctor no tuvo nunca otro coche. Cuenta Paco que la economía familiar tampoco hubiera permitido cambiarlo, pero que su padre jamás ni siquiera pensó en ello. Cada día lo limpiaba y revisaba, incluso cuando ya dejó de conducir. Antes, los tres hijos lo habían usado en sus primeras prácticas para sacarse el carné y en sus primeras salidas. No obstante, el coche jamás ha llegado a sumar una gran cantidad de kilómetros: apenas tiene 103.000, los tres mil y pocos que marca ahora el cuentakilómetros y los 99.999 que completó en su “primera vuelta”.

 

Víctor falleció hace ya diez años, en 2011. Paco entró en la UCM en 1983 como sereno, y desde hace 32 años trabaja en el turno de tarde en la Facultad de Estadística; nadie conoce esos edificios mejor que él. Paco continúa viviendo con Petra, su madre, en la vivienda situada junto a los edificios. Allí, muy cerca, bajo las emblemáticas pérgolas de la Facultad, está aparcado el 600 de su padre, limpio, como él lo tenía. Cuenta Paco que tras fallecer su padre, el coche quedó allí medio abandonado, incluso llegó a estar dado de baja, pero que sus hermanos y él decidieron restaurarlo. Lo llevaron a un taller especializado, en Villanueva del Pardillo, y le pusieron de nuevo en uso. Lo cierto es que no tenía nada grave. De hecho, todas sus piezas, o al menos la mayoría, son las originales.

 

Paco cada fin de semana se monta en el coche y se da una pequeña vuelta en él. Como no le dejan entrar al centro, su recorrido suele ir de Moncloa a Ciudad Universitaria y alguna vez, pocas, hace algún kilómetro por la hoy autopista de A Coruña, aunque pocos, ya que al 600 ya le cuesta coger velocidad. En esos ratos al volante recuerda los viajes familiares, como aquel día que se levantaron a las 4 de la mañana para poder llegar a Santiago de Compostela a eso de las 9 de la noche. “Había que parar varias veces para que se enfriara”, aclara.

 

Paco asegura que nunca venderá el 600. Explica que al estar tan visible desde la carretera, le han llegado bastantes ofertas, pero siempre las ha rechazado. De hecho hace unos pocos días, un estudiante de la Facultad le hizo una buena propuesta… Pero tampoco. Paco prefiere poder limpiarlo cada varios días, arrancarlo tirando de “Starter” y mostrarlo a cuantos le preguntan por él. “Creo que al rector, a Joaquín, también se lo enseñé una vez. Le conozco desde hace mucho. Esto está pegado a Veterinaria”. Pero, sobre todo, a Paco, como confiesa emocionado, lo que más le gusta es ver que cada día el 600 sigue allí. “Es como ver a mi padre”.