CINE

María Romanillos en "13 exorcismos"

“13 exorcismos”, de Jacobo Martínez

Texto: Jaime Fernández - 2 nov 2022 19:33 CET

En los preestrenos cinematográficos que organiza, de manera gratuita para toda la comunidad complutense, la Escuela de Producción UCM, esta semana se ha proyectado el filme 13 exorcismos. Tras el visionado, el delegado del decano para la Escuela de Producción, Ildefonso Soriano, recibió al director de la película, Jacobo Martínez, que se estrena como realizador de largometrajes tras una larga carrera como director de fotografía.

 

Para celebrar la noche de Halloween un grupo de amigos se reúnen en una casa donde un doctor asesinó a su mujer y a sus tres hijas, para hacer una sesión de espiritismo. Lo que parece un inocente juego sale mal y una de las niñas es poseída por el demonio.

 

A los guionistas Ramón Campos, Gema Neira, David Orea y Salvador Molina, que estuvieron ya detrás de Malasaña 32 se unen ahora Teresa Fernández-Valdés y Carlos Ruano para escribir esta historia que una vez vista en realidad no necesitaba tantas manos para ser contada. El filme es una historia sencilla sobre posesión infernal con el típico cura que ha sido aprobado por el Vaticano para ser un exorcista. La historia aspira a tener algunos lazos con la realidad, sobre todo con un caso de una pobre chavala que en 2014 fue sometida a todo tipo de barbaridades por su madre que confundió los problemas de salud mental con una posesión infernal. De todos modos, y aunque pudiera haberlo hecho, el filme deja de lado ese aspecto de crítica y se convierte en una película de terror al uso.

 

La idea de los guionistas y del director es llevar el terror al costumbrismo, a situaciones cotidianas, como los pasillos oscuros, una puerta de un armario (o de un váter) que se abre, un sonido que nos hace temblar cuando realmente no hay nada que temer. Para ello, Martinez reconoce que su trabajo ha sido muy laborioso, desde muchos ángulos y a veces horas tediosas por la incorporación de algunos efectos especiales que además en este caso no están hechos con croma, sino que en su mayoría están rodadas in situ, con algunos trucos sencillos como un agujero en la cama para que salgan por ahí brazos que giren o con una careta que se pueda dar de sí para abrirle la boca (literalmente) al bocazas de la clase. (En la que por cierto es la escena más surrealista de la película, porque si algo así ocurriese, ¿a nadie le llamaría la atención? ¿La policía no se llevaría detenida a una chica que ha destrozado, y probablemente asesinado, a un compañero de clase?)

 

El mayor descubrimiento del filme es la joven actriz María Romanillos, que ya había hecho algún trabajo, pero ninguno protagonista hasta ahora, y aquí borda el papel de chica con problemas de salud mental y también, quizás o probablemente, poseída por un demonio. El papel de cura se deja a un actor clásico, como ya se hiciera en su día con Max Von Sydow en El exorcista, y aquí le toca al gran José Sacristán, un ateo reconocido, y practicante, al que le ha hecho mucha gracia meterse en este personaje tan siniestro como el propio presunto demonio.