CURSOS DE VERANO

Ben Feringa, Premio Nobel de Química 2016, en los Cursos de Verano de la UCM

Ben Feringa, Premio Nobel de Química: "No creo que los robots vayan a reemplazar a los humanos"

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 12 jul 2023 17:07 CET

El curso “Nanociencia”, dirigido por el catedrático de Química Orgánica de la Universidad Complutense y Premio Nacional de Investigación 2020, Nazario Martín, se ha convertido en el curso con más estudiantes (por encima de los 50) de los que se celebran este año en San Lorenzo de El Escorial. Uno de los motivos de esa afluencia es la presencia del Premio Nobel de Química de 2016, Ben Feringa. Una presencia que se ha hecho notar con una mesa redonda y con una conferencia extraordinaria abierta a todos los asistentes de la semana. Desde Tribuna Complutense hemos querido ampliar la huella que ha dejado Ben Feringa en los Cursos de Verano, organizando una reunión en la que el propio Nazario Martín se ha convertido en el entrevistador que ha indagado en la vida, la obra y las opiniones del Premio Nobel.

 

El lugar elegido para la entrevista son los jardines del Real Centro Universitario María Cristina. Allí, entre árboles, piar de pájaros y campanadas, se ha montado un pequeño y cómodo set con dos sillas y varias traseras de los Cursos de Verano.

 

Nazario Martín: Eres un gran científico y, a consecuencia de tus investigaciones, en el 2016 obtuviste el Premio Nobel en Química, junto a dos amigos y colegas tuyos, por el diseño y la síntesis de máquinas moleculares. ¿Cómo fue el día en el que recibisteis esa distinción?

Ben Feringa: El día más importante fue el 5 de octubre, cuando se hizo el anuncio. Estaba en mi despacho con mis estudiantes hablando sobre un problema de química realmente difícil y sonó el teléfono. Mi primer pensamiento fue: “¿Quién se atreve a molestarnos en este momento, en medio de una discusión científica?”. Cogí el teléfono y era el secretario del comité de los Premios Nobel, así que dije a mis estudiantes que salieran, escuché con atención y unos cuatro minutos más tarde, me dijo el secretario: “Doctor Feringa, ¿está ahí todavía?”, porque yo estaba muy callado y le dije que sí, pero que estaba en shock, porque fue totalmente inesperado. El 10 de diciembre tuvimos la ceremonia en Estocolmo, cuando el rey te entrega la medalla y fue absolutamente fantástico. Fue un sueño inolvidable.

 

N.M.: Volveremos luego a aspectos más personales, pero yendo a lo científico, ¿crees que la ciencia puede ser la solución para los problemas importantes a los que nos enfrentamos como la energía, la sostenibilidad, el agua, el medio ambiente…?

B.F.: La ciencia es, sin ninguna duda, una parte muy importante de la solución, pero se necesita también alentar a la gente y cambiar la manera en la que hacemos algunas cosas, por ejemplo, cómo nos tratamos los unos a los otros, cómo nos comportamos en cuanto a consumidores o con el transporte que utilizamos. De todos modos, no se debe olvidar que si tenemos una sociedad moderna es gracias a la ciencia, que nos permite tener medicamentos de vanguardia, teléfonos móviles, coches eléctricos, comida suficiente… Las ideas y el conocimiento que hemos desarrollado los científicos durante los últimos 150 años son cruciales para la sociedad moderna y, por supuesto, la ciencia seguirá siendo igual de crucial para los siguientes pasos que nos permitan construir la sociedad sostenible del futuro.

 

N.M.: Los países, especialmente los más desarrollados, demandan a sus gobiernos que sean más enérgicos en muchos aspectos de ese desarrollo sostenible. ¿Qué es lo que podemos hacer nosotros, como científicos, para ayudar en esas demandas?

B.F.: Por ejemplo, si piensas en la energía, en la actualidad podemos obtenerla del Sol, del hidrógeno o del viento, y cada vez estas fuentes renovables cobran más importancia. Ahora se ven muchas placas solares instaladas en las viviendas y esa puede ser una gran solución para la energía, al menos para captarla, porque almacenarla ya es otra cosa. Ahí necesitamos científicos, químicos, físicos, expertos en materiales, ingenieros y teóricos que ayuden a desarrollar sistemas de almacenamiento. Y ese es sólo un ejemplo de cómo necesitamos las aportaciones de los científicos para que sea posible encontrar soluciones a los problemas emergentes. Y lo mismo ocurre con los problemas sociales, con cómo se comunica la gente, con cómo tratamos con personas de culturas diferentes, con cómo educamos a los jóvenes que serán los líderes de la próxima generación. La ciencia y la educación son cruciales para avanzar.

 

N.M.: Tu trabajo se centra en la nanociencia. ¿Qué es realmente? ¿Es diferente de la ciencia convencional?

B.F.: Todo el mundo conoce la microtecnología y la microciencia. Cuando tienes una cámara o un teléfono móvil los microchips están por todos lados, pero ahora hacemos una ciencia que va a algo mucho más pequeño, ya que la nanotecnología es mil veces más pequeña que la microtecnología. Estamos al nivel de las moléculas, como el ADN y las proteínas que tenemos en el cuerpo. Este desarrollo científico lleva ya en desarrollo unas pocas décadas y se mueve cada vez más a sistemas más pequeños, a materiales, a estructuras organizadas y funcionales en la nanoescala. Tu cuerpo está lleno de nanomáquinas naturales que nos permiten hablar entre nosotros o levantar una mano, son máquinas diminutas que nos hacen posible escuchar, ver…En general, no somos demasiado buenos a la hora de hacer máquinas en la nanoescala y para ir a esa escala, que significa 0,000000001 de un metro, lo que hacemos es inspirarnos en cómo actúa la madre naturaleza.

 

N.M.: Es decir, que en nanociencia el tamaño importa.

B.F.: El tamaño importa muchísimo, porque a nanoescala los materiales tienen diferentes propiedades, no se puede comparar una nanomáquina con una máquina en tu coche, en un avión o en una fábrica. Se trata, realmente, de un mundo diferente con sus propias normas, donde lo más importante es la interacción entre los distintos componentes.

 

N.M.: ¿Qué utilidad tienen las nanomáquinas moleculares que investigas y sintetizas?

B.F.: Como he comentado, obtenemos la inspiración de la naturaleza, de nuestro propio cuerpo, pero si miras a tu alrededor la mayor parte de las cosas no se mueven. Somos muy buenos haciendo plásticos, pero no se mueven. Sin embargo, hacemos una nanomáquina, la ponemos en un trozo de plástico y conseguimos que ese plástico se mueva. Ahora bien, ¿para qué sirve eso? Puedes soñar con robots muy pequeños en el futuro o con materiales sensibles que cambian sus propiedades e incluso materiales que se pueden reparar a sí mismos, como hace el cuerpo humano.

 

N.M.: Has mencionado a los robots, muy de moda, al igual que la Inteligencia Artificial. ¿Crees que esta última es una herramienta muy útil o una revolución?

B.F.: Creo que es una herramienta muy útil porque se puede utilizar esa IA cuando tienes un ordenador lleno de datos para obtener soluciones originales y eso te da nuevas perspectivas de pensamiento y nuevas maneras de hacer las cosas. Pero lo más importante es que toma esas grandes bases de datos, que son difíciles de gestionar por su tamaño, y encuentra algo que es útil para tu próximo paso, como hacer nuevos materiales. Lo que no sé es si será una revolución, porque para mí la creatividad y las ideas muy originales siguen siendo importantes, y dudo mucho que la IA llegue a ser más creativa que los seres humanos. Por tanto, no creo que los robots vayan a reemplazar a los humanos, nos ayudarán, harán que las cosas sean más fáciles, como ocurre ahora en las fábricas de coches, donde los robots montan un vehículo prácticamente sin intervención humana, y eso es fantástico.

 

N.M.: Si ponemos juntos la IA con las máquinas nanomoleculares, ¿puede haber un problema en el futuro?

B.F.: Puede haber problemas de seguridad si esas máquinas se alimentan con muchísimos datos, porque se podrían comportar de manera errática y hacer cosas que no quieres que hagan, pero la idea es construirlas con las instrucciones correctas y con medidas de seguridad que pongan límites a lo que pueden hacer. Eso no quiere decir que algo no pueda salir mal, como ocurre a veces con las nuevas tecnologías.

 

N.M.: He visto en la televisión una entrevista que le hicieron a un robot, y una de las preguntas que le hicieron es si pensaba que estaba preparado para ser mejor presidente del gobierno que un humano, a lo que respondió que sí, y otra pregunta fue que, si los robots iban a suponer una amenaza para la humanidad, y dijo que no, porque los humanos eran muy amables con ellos.

B.F.: Sé que hay gente que está asustada con la IA, porque piensan que los robots pueden tomar el control, pero yo no lo veo tan fácil. En principio, porque hay que hacer una discusión ética sobre los robots, sobre lo lejos que queremos ir y si queremos seguir teniendo el control, pero al igual que ocurre cuando diseñamos otras cosas como nuevos medicamentos. Los robots más terroríficos que existen en la actualidad son los virus, que son robots naturales, y esos me parecen más peligrosos que los robots artificiales. De todos modos, yo soy optimista y creo que seremos capaces de desarrollar tecnologías sobre las que tengamos el control. Lo que sí creo es que cada vez tendremos más componentes artificiales integrados en nuestro propio cuerpo, y al igual que hoy existen los marcapasos, en el futuro tendremos probablemente piel artificial con componentes artificiales, de la que ya hay ejemplos muy bellos, o tendremos un chip en el cerebro que nos permita controlar, de manera remota, parte de la función cerebral.

 

N.M.: Desde un punto de vista más personal, ¿conseguir el Premio Nobel te cambió la vida?

B.F.: Me la cambió drásticamente, no en el sentido de cómo doy clases o cómo investigo, pero sí personalmente. El Nobel es el mayor galardón científico que puedes obtener y la gente te va a reconocer, te va a mirar, te conviertes en una especie de celebridad, un héroe científico, entre los mejores del mundo. La gente te reconoce por la calle y se siente orgullosa de hacerlo, aunque a veces no sepan tu nombre, pero te felicitan, y es muy impresionante la cantidad de reacciones de la gente, que quiere hacerse una foto contigo, que le firmes un autógrafo. Ahora sé lo que siente la gente que trabaja en Hollywood y se convierte en una estrella, o las estrellas del pop. Es como un cuento de hadas. Aunque también conlleva responsabilidad, porque te das cuenta de que la gente espera que seas un ejemplo en ciencia y educación. Algunos periodistas me preguntaron qué iba a hacer tras recibir el Nobel, si iba a parar de investigar, pero les dije que esto es como ser artista, un artista no deja de hacer música y yo no pienso dejar de hacer descubrimientos, y además me gusta la docencia. Incluso me prometí a mí mismo mejorar, y dejar mi mensaje claro para el público y para los políticos, para que quede claro lo importante que es la ciencia en el sistema educativo. Para conseguirlo he creado una fundación que se acerca a estudiantes de todos los niveles, desde la universidad hasta la escuela elemental, hablamos con ellos, hacemos experimentos y fomentamos su creatividad y les estimulamos. Incluso, durante la crisis de la COVID19, escribimos un libro popular sobre Química para hacer a la gente más consciente de lo importante que es la ciencia, porque no puedes esperar que todo el mundo entienda lo que significa la ciencia básica y por qué es la base para la próxima generación de teléfonos móviles o para la medicina del futuro.

 

N.M.: En esa importancia que le das a la educación, ¿qué peso le darías a la ética?

B.F.: En nuestras universidades educamos a los líderes del futuro, y además de enseñarles las disciplinas que necesiten para su tarea deberíamos incluir aspectos éticos, de una manera integral, en su formación universitaria. ¿Cuáles son los estándares que queremos en el aprendizaje, en la docencia, en el descubrimiento, en los papers? Siempre te vas a encontrar con aspectos éticos sobre los que pensar y en las universidades deberíamos tener eso claro para hablarlo con nuestros estudiantes. Por otro lado, siempre animo a los estudiantes a que tengan confianza en sí mismos, que aprendan a descubrir, porque hay tanto que desconocemos que podemos hacer siempre descubrimientos. Todos empezamos como estudiantes, quizás con pocas perspectivas, pero poco a poco, con pequeños pasos, vas construyéndote una carrera científica y es extremadamente importante sentirse orgulloso de esos pequeños pasos que das. Más importante que tener muchos papers, es tener una publicación que pueda marcar la diferencia, aunque sea algo que no sea útil o aplicable de manera inmediata, pero eso te da la satisfacción de haber ayudado en algo a esta bella casa que es la casa de la ciencia y el conocimiento. Para la gente joven, el mejor consejo que puedo dar es: “Sigue tus sueños”. Cuando eres joven, más allá de publicar un artículo, o de aprobar un examen, es más importante encontrar tiempo para soñar y ser creativo.

 

 

La mesa redonda y la conferencia

Esta entrevista, realizada por el catedrático Nazario Martín, se realizó justo entre la participación de Ben Feringa en una mesa redonda del curso y su conferencia extraordinaria. En la mesa redonda compartió espacio con los profesores de la Complutense Montserrat Colilla y Andrés Guerrero, además de con Rodolfo Miranda, director del IMDEA Nanociencia, al que también pertenece el profesor Nazario Martín.

 

Allí, Ben Feringa que se definió como nanocientífico molecular, reconoció que ya desde sus tiempos de estudiante soñaba con la belleza de la química como disciplina con la que poder crear su propio mundo molecular. Y aunque confesó que los principios siempre son difíciles se dirigió a los estudiantes presentes para aconsejarles que descubran su talento, sigan sus sueños, tengan confianza en sí mismos, y descubran su energía y sus límites para embarcarse en una aventura hacia el descubrimiento.

 

Montserrat Colilla expuso el papel que puede tener la nanomedicina para enfrentarse a los dos grandes problemas de este siglo, que de acuerdo con la OMS no son otros que el cáncer y la resistencia a los antibióticos, mientras que Rodolfo Miranda recordó la multidisciplinariedad inherente a la nanociencia y las múltiples aplicaciones que ya tiene en nuestra vida cotidiana, como en los transistores de los móviles o los discos magnéticos de los ordenadores, idea, esta de las aplicaciones y las infinitas posibilidades, con la que coincidió Andrés Guerrero.

 

La conferencia que impartió Ben Feringa el jueves 12 de julio, llevó por título El placer de descubrir, que describió como una “aventura hacia lo desconocido”, y que comenzó con una imagen de la inmensidad del universo para viajar hasta otro universo igual de enorme que el visible, que es el de las pequeñas moléculas, el de la nanociencia.

 

En su charla pasó por la inspiración de la naturaleza para inventos como la aviación por parte de los hermanos Wright, los desarrollos múltiples que han hecho posible el desarrollo de los teléfonos móviles o la creación de moléculas y materiales en el laboratorio, yendo siempre más allá de cualquier tipo de fronteras, porque “la química es un idioma universal”.

 

Cree el Premio Nobel que en un futuro podría haber incluso una cirugía molecular, que permitiría abrir agujeros en las células cancerosas y destruirlas; modificar el ADN; crear medicinas inteligentes, y desarrollar la optogenética, que utiliza la luz como agente inductor de eventos concretos en determinadas células.

 

Repasó el Nobel su vida, desde la granja familiar donde se crió hasta su educación y la elaboración, ya en la universidad, de su primera molécula cuando tenía 21 años, “que era totalmente inútil”, pero de la que se sintió totalmente orgulloso porque nadie la había hecho antes.

 

Habló Feringa de los orígenes de la nanociencia con Richard Feynman en 1959 y de cómo se ha llegado hasta la disciplina actual que sólo se puede trabajar gracias a los microscopios electrónicos con los que no sólo se pueden ver, y “sentir”, los átomos, sino que incluso se pueden mover.

 

Centró parte de su conferencia en los motores moleculares que son los que, de manera natural, controlan las actividades de todos los seres vivos, y de los que, para desarrollarlos en laboratorio, hay que copiar la rotación, al tiempo que se busca una manera de aportar energía, que puede ser la luz o incluso el azúcar, si se trata de un nanosubmarino para navegar por el interior del cuerpo humano, ya existente, pero todavía muy primitivo en su desarrollo. El primer motor molecular que construyeron, hace un par de décadas, rotaba una vez a la hora, mientras que ahora rotan hasta 10 millones de veces por segundo.

 

Prevé el Premio Nobel que en unos cincuenta años, el cirujano inyectará nanobots que irán directamente al tumor, o a administrar un fármaco o incluso a reparar una célula. Pero, como reconoció él mismo: “No soy bueno a la hora de predecir el futuro, porque soy un científico, y la mejor manera de hacerlo es inventarlo, y eso es lo que hacemos todos juntos”.

 

Concluyó su charla con una serie de diapositivas entre las que incluyó la que consideró la mejor de todas, una fotografía de sus “héroes”, sus estudiantes, con los que comparte la pasión por la ciencia.