CURSOS DE VERANO
El tratamiento de la COVID persistente sigue en desarrollo ante la falta de más evidencias científicas
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 18 jul 2023 16:13 CET
En estos momentos se han descrito más de 280 síntomas diferentes de lo que se conoce como la COVID persistente, síntomas que además no aparecen de la misma forma ni intensidad en los pacientes, y ni siquiera son iguales a lo largo del tiempo. Frente a esa enorme multiplicidad existen pocos estudios clínicos con evidencias de resultados aplicables a los pacientes. Eso no impide que se esté buscando un tratamiento clínico, desde diferentes perspectivas, como ha quedado patente en el curso “La COVID persistente, un reto emergente para la asistencia y la investigación”.
Mónica Nieto Roldán, neuropsicóloga de Cognitiva Unidad de Memoria; Rosa María Martínez Piédrola, terapeuta ocupacional, del grupo de investigación TO+IDI de la Universidad Rey Juan Carlos, y Ana Molinero Crespo, vicepresidenta 1ª de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC), coinciden en estar buscando el mejor tratamiento posible para los pacientes con COVID persistente, pero también en que hacen falta mucho más estudios y mucha más evidencia científica para saber cuál es la mejor terapia que se puede aplicar.
Molinero Crespo ha dejado claro que de momento lo mejor que se puede hacer son tratamientos farmacológicos para controlar los síntomas, aunque confía que de los 126 ensayos clínicos que están ahora mismo en marcha salgan resultados que permitan la optimización del uso de fármacos. Explica la vicepresidenta de la SEFAC que en la actualidad el tratamiento farmacológico se hace cuando se descarta una enfermedad de base que tenga síntomas compatibles con una COVID persistente, y siempre que haya una prescripción del fármaco por parte de un médico. Reconoce que “no se conoce por qué motivos se producen esos síntomas, así que el abordaje del uso de un fármaco no se sabe si actúa en el lugar en concreto que se necesita o no”.
De acuerdo con la conferenciante, ante la incertidumbre, “el tratamiento no puede ir sólo en una línea, sino que hace falta otros acercamientos como la rehabilitación cognitiva o la terapia ocupacional, con un abordaje holístico del paciente. En principio se usaron antivirales, anticuperpos monoclonales, corticoides… pero no se conoce si han tenido efectos positivos sobre los pacientes”.
Entre las recomendaciones lógicas a la hora de instaurar un tratamiento para la COVID persistente está evitar la polifarmacia, no hacer intervenciones farmacológicas para cada uno de los síntomas, evitar tratamientos sintomáticos múltiples y, sobre todo, no suspender tratamientos de base previos por otras afecciones.
Dependiendo de los síntomas, se pueden usar unos fármacos u otros. Con el síntoma que parece más prevalente, como es la astenia, que “no se sabe por qué se produce, aunque sí se manifiesta”, no existe un tratamiento farmacológico concreto que combata los síntomas, pero podría ayudar una higiene del sueño, más allá de lo farmacológico. Entre los fármacos que se usan para ello están los ansiolíticos (especialmente las benzodiazepinas), antihistamínicos de primera generación, melatonina o fitoterapia.
Los síntomas neurológicos y neurocognitivos, como la cefalea, deben ser identificados para descartar una patología de base que la produzca o que viniese de antes; y otros como la anosmia o la cacosmia no tienen un tratamiento farmacológico con evidencias suficientes. En el caso de cefaleas se usan analgésicos y opioides como el tramadol, y en el caso de las migrañas el tratamiento farmacológico debería ir acompañado de uno no farmacológico.
En cuanto a la falta de concentración y la falta de memoria no hay evidencias de que se puedan usar los tratamientos de deterioro cognitivo o Alzheimer. Además, en estos casos, y según Molinero Crespo, hay que descartar que se trate de una depresión o ansiedad, que necesitan antidepresivos y en caso de que no funcionen habrá que derivar a psiquiatría.
Por último, los síntomas respiratorios o cardiopulmonares se tratan con antitusivos, mucolíticos, broncodilatadores y antiinflamatorios. Y con estos últimos también se pueden tratar los síntomas músculo esqueléticos, mientras que, en los síntomas gastrointestinales como dispepsia, náuseas y diarrea, se pueden utilizar antidiarreicos, antieméticos, inhibidores de la secreción gástrica, antiácidos…
La vicepresidenta 1ª ha advertido de la necesidad de controlar la prescripción y venta de gran parte de estos medicamentos, para que no haya automedicación por parte de las personas con COVID persistente.
Rehabilitación cognitiva y terapia ocupacional
Mónica Nieto Roldán ha añadido que a nivel neurocognitivo los pacientes tienen dificultades de atención, memoria, funciones cognitivas, lenguaje, orientación, ansiedad, alteraciones del sueño y estrés postraumático, en algunos casos. Con la rehabilitación cognitiva se busca que puedan volver a disfrutar de su realidad cotidiana y, para ello, lo primero es escuchar lo que tienen que decir en la consulta los propios pacientes, que muchas veces presentan dificultades en cosas tan sencillas como hacer la cama, porque se tienen que sentar para descansar y en ese momento se les olvida incluso lo que estaba haciendo; la lista dela compra; el manejo de su medicación; la conducción; el lugar en el que están; cocinar; manejar el dinero y el ordenador; tienen altibajos de ánimo…
Presenta Nieto Roldán el ejemplo de la paciente A.C., de 49 años, que era muy deportista y a la que ahora “le cuesta todo un mundo, lo que implica demás un desgaste emocional brutal”. Explica la conferenciante que en estos casos es fundamental contar con la familia como un apoyo esencial para la mejora de los pacientes, que en muchas ocasiones se sienten incomprendidos.
Explica que la rehabilitación cognitiva se basa en una atención sostenida, con ejercicios donde se mide el tiempo que se es capaz de prestar atención a una tarea y también hay que trabajar la amplitud atencional, es decir, la cantidad de información que es capaz de manejar. A nivel de memoria lo más importante es implementar estrategias que mejoren el rendimiento, como por ejemplo estrategias visuales o listas de palabras y “la idea es trabajar con estrategias para mejorar la lentitud y también la fluidez verbal, para que no se aíslen. El objetivo final es mejorar su calidad de vida”.
Rosa María Martínez Piédrola expone que la fatiga y los problemas cardiovasculares afectan al funcionamiento físico y cognitivo, y eso repercute en la autoestima y el estado de ánimo, lo que impacta en el día a día. Informa de que de varios de los estudios que ya existen se deriva que los afectados por COVID persistente no tienen grandes problemas en su autocuidado, pero sí en las actividades laborales, las domésticas y las de ocio, de hecho “el nivel de dependencia es leve o moderado, dependiendo de la persona”.
Apunta la terapeuta ocupacional que los programas de rehabilitación deben ser interdisciplinarios, además de ser individualizados, porque a cada persona le afecta de una manera diferente, así que debe ser una práctica centrada en la persona y la familia, para que ayuden a sus familiares a llevar a cabo sus actividades.
Desde la terapia ocupacional se centran en “las actividades cotidianas que dan sentido a nuestra vida” para ver cómo pueden llevarlas a cabo de la forma más satisfactoria posible. Para tratar la COVID persistente hay una parte educativa, un reacondicionamiento a la actividad, programas de estimulación cognitiva y sensorial, y modificación del entorno para la independencia.
Reconoce, eso sí, que todavía no hay una escala concreta que pueda ayudar desde la terapia ocupacional, pero se sigue trabajando e investigando sobre ello con la idea de poder hacer un seguimiento real de los pacientes. Y concluye que “hace falta más investigación y más evidencias”.