CINE

Fotograma de "Cry Macho"

"Cry Macho", de Clint Eastwood

Texto: Ángel Aranda - 25 oct 2021 12:09 CET

A Malpaso productions. Hay enunciados que son en sí mismos toda una declaración de intenciones. Cuando alguien va al cine o ve una película en la televisión y se encuentra con este primer título de crédito, sabe que no va a ver una cinta cualquiera, sino una historia producida, dirigida y en muchos casos interpretada por una le las leyendas cinematográficas vivas de nuestro tiempo: Clint Eastwood. Ya no es ni el feo, ni el bueno, ni el malo; ni siquiera es Harry el sucio, El fuera de la ley o El jinete pálido, pero si pasáramos de largo ante esta figura creativa sin tener en cuenta el camino recorrido a la hora de analizar su última obra, posiblemente tendríamos que vivir el resto de nuestras vidas sin perdón.

 

Texas, 1978. Una ex estrella de rodeo y criador de caballos (Eastwood) acepta el encargo de su antiguo jefe: traer a su hijo de 13 años desde México, de vuelta a casa para alejarlo de su madre alcohólica. A pesar de la diferencia generacional y las notorias discrepancias, durante el viaje ambos se embarcan acompañados de un gallo del niño llamado Macho, en una inesperada aventura no exenta de obstáculos que salvar y corazones que emocionar. Este es el argumento resumido de Cry Macho, la última película que ha dirigido, interpretado y producido Clint Eastwood, aunque bien podría haberse llamado, salvando todas las distancias, Telmo y Luis, en honor a la mítica road movie dirigida por Ridley Scott, de cuyo estreno se cumplen ahora 30 años.

 

Y es que, si al igual que en la noventera cinta protagonizada por Susan Sarandon y Gena Davis, las protagonistas huían de sus propias vidas en ambos casos atenazadas por el pasado y el propio presente de sus personajes, en Cry Macho, tanto el Mike Milo de Eastwood como el Rafa del joven actor Eduardo Minett, pretenden escapar de unas existencias que les atenazan por distintos motivos y que están obligados a cambiar si desean esquivar el más decadente ostracismo, uno, y un incierto futuro, el otro.

 

A sus 91 años, Eastwood ha sabido componer un relato que se sustenta en el guion de Richard Nash basado en su propia novela, repleto de mensajes positivos y adoptando de nuevo esa tendencia que se viene reflejando durante algunas de sus últimas obras, de romper con la sobredosis de testosterona que caracterizan a sus personajes de siempre. El genio californiano sabe tan bien lo que es ahora como disfruta de lo que ha sido, y deja a los aficionados al cine, quien sabe si a modo de testamento, una película en la que sigue siendo el héroe, aunque en este caso sin necesidad de redención, convencido de que tan solo con el peso de la propia experiencia puede reconducir la vida de su confuso compañero de viaje.  

 

Aunque la realización y los trabajos técnicos de la cinta resultan correctos, es cierto que tanto el personaje de Eastwood como los del resto de la película se han visto conducidos por el propio cineasta con cierta falta de chispa, de esa fuerza que caracteriza el cine de este autor que es y lo ha sido todo en el séptimo arte. El paso del tiempo es implacable para todos y hasta el propio protagonista parece arrastrar algo más que su voz en su interpretación, e incluso los “villanos” pueden resultar excesivamente caricaturizados, pero Cry Macho no parece ser una obra menor del artista como en algunos foros se ha dicho, sino más bien un duelo cara a cara contra la realidad que ha dado como resultado un relato que se deja ver, que es mucho más de lo que puede decirse de gran parte de sus compañeras de viaje en la cartelera.