CURSOS DE VERANO

Iñigo Arrizabalaga, Cristina de Santiago Buey, Celestino García de la Noceda y Álvaro Arnaiz

La tecnología geotérmica ya es una realidad, ahora falta el apoyo institucional

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 11 jul 2022 17:01 CET

Algunos de los mayores expertos de nuestro país se han reunido en el curso “Geotermia: la energía renovable de la Tierra”, que dirige Cristina de Santiago Buey, doctora en Ciencias Geológicas por la UCM e investigadora del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC). Todos ellos coinciden en que la geotermia, que consiste en aprovechar el calor que la Tierra nos cede en todo momento, está ya muy avanzada tecnológicamente, y que su principal escollo son las limitaciones administrativas, legales y burocráticas.

 

Celestino García de la Noceda, jefe de proyectos de geotermia del Centro Nacional IGME, reconoce que desde el sector están esperanzados, porque “el momento es bueno, hay una gran batería de conocimiento” y ahora esperan tener la confianza de quienes toman las decisiones. Para ello, la directora del curso, Cristina de Santiago Buey, reclama un fuerte apoyo a nivel nacional y dar a conocer esta energía renovable a la sociedad, porque “muchas veces el ciudadano la desconoce y se piensa que sólo hay aprovechamiento geotérmico si hay un volcán al lado”. De acuerdo con ella, los conocimientos tecnológicos se tienen, “falta un poco más que se facilite el marco, apoyo institucional, la burocracia de permisos y regulación, porque si todo eso se pusiera más fácil, iría más rápida la implementación”.

 

También Álvaro Arnaiz, Geothermal Energy Projects Manager en REPSOL, cree que hay base para poder avanzar hacia una implementación relativamente rápida, pero hay “una dependencia enorme de los procesos administrativos y del apoyo institucional, así que está en un punto de umbral en el que para que avance hace falta un fuerte apoyo que todavía es difícil de prever”.

 

Explica el responsable de REPSOL que la geotermia ya está metida en el mix en la parte de aprovechamiento térmico directo para viviendas o pequeños usos, pero todavía queda para que entre en producción eléctrica, y eso depende completamente de los procesos administrativos, porque “desde un punto de vista técnico se puede hacer en menos de cinco años”.

 

García Noceda opina que los trabajos actuales en Canarias demostrarán que se puede hacer, y además que se puede hacer bien, y eso abrirá la puerta a otros puntos en la Península.

 

Somera y profunda

El experto del IGME destaca que es una energía que necesita una inversión inicial más elevada que otras, aunque luego los precios son más competitivos. Ese coste primero depende de que normalmente hay que ir al suelo y a perforaciones, y eso es algo que dificulta el desarrollo de la geotermia, ya que no se entiende del todo ese modelo que parece un poco minero”.

 

El responsable de REPSOL aclara que “la inversión es importante, pero a veces las empresas tienen que tener claro que los procesos administrativos van a ser acordes con el tiempo de los proyectos, porque de otra manera las empresas no se van a arriesgar a invertir, sin la garantía de que van a alcanzar una meta en un tiempo determinado”. Ahí también existe una diferencia entre la geotermia profunda y la somera, ya que en esta última los permisos necesarios son muy diferentes y más sencillos que los que hacen falta para el desarrollo profundo.

 

Aclara Arnaiz que la somera, la geotermia del aprovechamiento del subsuelo cercano, tiene unos costes menores que la de alta profundidad que implica grandes costes de perforación y de desarrollos industriales, así que “siempre hay que diferenciar de cuál se está hablando, porque cada una de ellas tiene un tipo diferente de aprovechamientos”.

 

La geotermia somera tiene un uso térmico directo más habitual, para calentar agua sanitaria, calefacción o cualquiera que tenga una menor demanda energética puntual, mientras que la profunda tiene el aprovechamiento eléctrico como foco inicial, aunque no sería el único.

 

García de la Noceda asegura que hoy en día perforar hasta 5.000 metros está dentro de lo real y se está hablando de perforar a 15.000 e incluso 20.000 metros. En la actualidad, 5.000 metros es habitual en muchos proyectos, y los de investigación avanzada son superiores a eso, aunque la directora del curso recuerda que para aprovechar la geotermia se puede llegar a esas profundidades, pero también desde pocos metros, desde una geotermia somera, ya se le puede sacar provecho.

 

Iñigo Arrizabalaga, director en Telur Geotermia y Agua, S.A. y presidente de GEOPLAT, asegura que en estos momentos se hace investigación a nivel de empresa. Por ejemplo, cada proyecto que ellos acometen de rehabilitación tiene un componente innovador importante, y aunque se pisa terreno nuevo en los aspectos técnicos, muchas veces también ocurre en los aspectos administrativos, ya hay que buscar nuevas figuras que se puedan adaptar a las existentes para el proyecto que se quiere ejecutar.

 

De acuerdo con Arrizabalaga, “pretender reducir el consumo de una industria hasta en 4 Gwh de gas natural o de gasóleo sustituyéndolo por un sistema basado en bombas de calor, con las diferencias térmicas que hay, tiene su complejidad, y asegurar que eso se hace recuperando energía en cada momento, no es sencillo, requiere estudios avanzados, que con frecuencia tienen un carácter innovador potente”. Informa de que en estos momentos cuentan con cuatro proyectos industriales que han reducido su consumo de combustibles fósiles de manera muy importante, recuperando en la propia planta y con unas innovaciones dentro de su proceso productivo.

 

Arrizabalaga dice que en estos casos han sido suficientes entre cien y doscientos metros de profundidad, y “esas son perforaciones totalmente habituales en el día y a día”.

 

Otros usos

Cristina de Santiago Buey asegura que en los últimos años está tomando muchísima importancia considerar al terreno no sólo como una fuente de calor o un sumidero para coger el calor del terreno o inyectarlo, sino también como un almacén temporal de temperatura. De acuerdo con ella, se puede tener un excedente de calor, inyectarlo en el terreno y tenerlo ahí almacenado como si fuera una batería térmica para su uso posterior, y eso podría participar en redes de calefacción y refrigeración como un buffer temporal que dé continuidad al desfase que hay entre oferta y demanda de calor en la red.

 

Eso multiplica las posibilidades de la geotermia, porque “es factible desde un punto de vista de ingeniería, y además no es especialmente complicado”. También se pueden construir redes de calor y de frío híbridas, donde se pueda captar, por ejemplo, calor con placas solares, inyectarlo al terreno y tenerlo ahí almacenado para usarlo posteriormente.

 

Arnaiz señala que todavía falta mucha investigación para usos de mayor rendimiento, como la obtención de frío a partir de fluidos calientes en el subsuelo, así que “por un lado hay una cierta madurez tecnológica que no está lo suficientemente aplicada y por otra parte hay falta de investigación que debería ser abordada”.

 

Sismicidad inducida

El responsable de REPSOL reconoce que en la geotermia existe el riesgo de sismicidad inducida, aunque es algo que no afecta a la geotermia somera. Según él, “la sismicidad que se puede producir en la geotermia profunda se puede manejar con medidas de mitigación, de tal manera que si un proyecto empieza a entrar en las zonas de sismicidad que superan los umbrales que se marquen esos proyectos se detienen, aunque cierto grado de sismicidad o ruido sísmico inducido puede ser normal y se produce igualmente en otras muchas actividades como las grandes presas hidráulicas”.

 

La directora del curso asegura que España sobrevive gracias a la cantidad de embalses que existen, y “el llenar un embalse o vaciarlo provoca sismicidad, pero se asume porque el beneficio de tener embalses es muchísimo mayor. Y es una sismicidad que no aparece en las noticias, así que si el beneficio es muchísimo mayor habría que quitar hierro a la sismicidad inducida”.

 

García de la Noceda reconoce que es así, pero “limitando los efectos y controlándolos previamente”. Eso incluye, según De Santiago Buey, el conocimiento de esta energía y la aceptación de la población, “para que sepan que no se va a romper España ni nada por el estilo”, ironiza.