CV / CIENCIA
En busca de vocaciones para la geodesia espacial
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 9 jul 2024 00:00 CET
Según el Instituto Geográfico Nacional (IGN), la geodesia “es la ciencia que estudia la forma y dimensiones de la Tierra, lo que incluye la determinación del campo gravitatorio externo de la tierra y la superficie del fondo oceánico”. Y dentro de ella existen hasta cinco especialidades, siendo una de ellas la geodesia espacial, a la que el propio IGN y la UCM dedican un curso de verano en San Lorenzo de El Escorial, dirigido por José Antonio López Fernández, subdirector general de Astronomía y Geodesia del IGN. Él mismo reconoce que este curso tiene, entre sus objetivos, dar a conocer esta especialidad de la geodesia y buscar vocaciones entre los jóvenes matriculados.
José Antonio López Fernández, director del curso “Geodesia espacial: un enfoque global para medir y entender la Tierra”, asegura que “la geodesia es, por definición, un bien necesario para multitud de aspectos de la vida cotidiana, y quizás por eso parece que es poco importante, porque uno se acostumbra a usar el navegador a diario, o a recibir información en el acto de lugares a larga distancia, o incluso a sacar dinero del cajero sin hacerse preguntas, pero en realidad, detrás de esas cosas está la geodesia”.
La geodesia ayuda a determinar con mucha precisión donde se encuentra una persona, y, por ejemplo, no sería posible usar un navegador de móvil sin una constelación de satélites GNSS que dan una información geodésica. Añade López Fernández que además la geodesia, “especialmente la espacial, da el tiempo preciso, y hay que tener en cuenta que, por ejemplo, cualquier transacción comercial se basa en el tiempo, no sólo en la bolsa, sino incluso en el uso de un cajero o en cualquier compra que se haga con una tarjeta”.
Hoy en día, gracias a la geodesia se puede determinar la posición en la Tierra con mucha precisión, y “si hace cincuenta años se hablaba de decenas de metros ahora se habla de milímetros, que es fundamental para los científicos, por ejemplo, para los que miden las trazas del cambio global o el nivel del mar”.
López Fernández explica que con la geodesia también se pueden predecir catástrofes naturales. “En la erupción volcánica de El Hierro, se empezaron a recibir señales de un abombamiento de la superficie, porque una cámara magmática estaba empujando hacia arriba, y momentos antes de la erupción había ya deformaciones del orden de veinte centímetros, con lo cual se esperaba que pudiese pasar algo en cualquier momento”, asegura el director del curso.
Gracias a las técnicas geodésicas se está trabajando también en la posibilidad de detección de otros fenómenos catastróficos como los tsunamis, porque “cuando se generan, hay un gran volumen de agua que se eleva, quizás a cientos de kilómetros de tierra, y suele ser por un terremoto. Ese volumen de agua genera una onda acústica que, de alguna manera, deforma la ionosfera, y ese cambio en la ionosfera se puede detectar con la geodesia espacial, y de esa manera conocer el tsunami antes de que llegue a tierra”.
El curso
Los veinte matriculados en el curso de verano son, en su mayoría estudiantes, de diferentes grados, desde Matemáticas a Biología, Geografía y Geología, que en la primera parte de las sesiones han podido conocer las técnicas geodésicas. Tras eso se pasa a las aplicaciones y a los desafíos de futuro.
Para López Fernández, “el reto fundamental es conseguir que la geodesia se conozca como ciencia, sobre todo a nivel universitario y que se genere algún tipo de vocación en los jóvenes, porque se observa que a nivel mundial la geodesia tiene una cierta crisis vocacional, lo que no ocurre en otros campos como la astronomía”. En parte para intentar fomentar esas vocaciones, “en 2015 ya la ONU estableció, en una de sus resoluciones, la necesidad de que los países invirtieran en el desarrollo de infraestructuras geodésicas para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible”.
Reconoce el director del curso que la geodesia no es una ciencia que sea, aparentemente, muy productiva económicamente, aunque “los países tienen que gastar dinero en geodesia, pero no hay una gran demanda de empresas, así que al final las grandes inversiones tienen que salir de los propios gobiernos, y esa inversión se hace por el interés general”.
RAEGE
Uno de esos grandes proyectos en los que está involucrado España es el RAEGE (Red Atlántica de Estaciones Geodinámicas y Espaciales), que nació en 2010 en colaboración con el gobierno regional de Azores, ya que esa es “una zona interesante, es un punto triple donde se juntan tres placas tectónicas, la americana, la asiática y la africana”. Con ellos se pensó en la posibilidad de montar cuatro estaciones geodésicas, una en la placa euroasiática, en Guadalajara, en Yebes, donde hay ya mucha infraestructura desde el año 70; otra en la isla de Santa María, justo en el punto triple mencionado; otra en la isla de Flores en la placa americana, y una cuarta en la placa africana, en Gran Canaria.
El proyecto al principio comenzó a buen ritmo, ya que en cuatro años tenían ya dos radiotelescopios funcionando, y “esos son los elementos más importantes de estas estaciones para la geodesía espacial, ya que utilizan una técnica capaz de aislarse de los cambios de la Tierra, que es un planeta vivo, que cambia constantemente, no sólo por el cambio global”. Tras ese arranque hubo algunos problemas logísticos en la isla de Flores y también en Canarias, por el emplazamiento, pero “ya se está licitando la obra y, si todo va bien, debería estar funcionado el radiotelescopio para 2025, porque además ya está construido a la espera de ser montado”.
RAEGE se integra en un proyecto mayor, de carácter global, el VGOS, que implica una red de estaciones con radiotelescopios no muy grandes, pero sí que se muevan más para observar muchas fuentes en el cielo, lo que permite pasar de precisiones del centímetro al milímetro. España se unió desde muy al principio en ese proyecto y tiene mucha presencia, “sobre todo en los desarrollos tecnológicos asociados, porque de las diez estaciones que ya están funcionando, seis son copia de los radiotelescopios españoles y ocho tienen receptores desarrollados en España, en el observatorio de Yebes”.