CV / CIENCIA
Sara García Alonso, la niña que no soñaba en ser astronauta, sino en "hacer avanzar el conocimiento para mejorar el mundo"
Texto: Alberto Martín, Fotografía: Francisco Rivas - 16 jul 2025 20:22 CET
La de Sara García Alonso es la historia con la que sueñan millones de niños y niñas cada noche: ser astronauta. Sin embargo, según confiesa, ella no lo soñó. Fue una decisión adulta, basada en la reflexión y en sus conocimientos. Un día vio que aquello que desde niña había soñado, “hacer avanzar el conocimiento para mejorar el mundo”, como le gusta repetir, y que, de hecho, ya hacía, y sigue haciendo, como bióloga molecular en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas -donde dirige una interesante vía de tratamiento contra el cáncer de pulmón-, podría elevarlo a otro nivel, casi hasta el infinito. La ciencia en el espacio, las inmensas posibilidades que abre la microgravedad a la experimentación científica, la convencieron a competir con más de 23.000 candidatos hasta estar entre los 17 seleccionados.
Sara García Alonso ha sido la primera conferenciante de las jornadas “Grandes Retos de la divulgación científica: igualdad de género, inteligencia artificial y crisis climática”, que, bajo la dirección de María Arias, Ana Casado y María Milán, y con el patrocinio de la Fundación madri+d. la FECYT y el Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid, se imparte en los Cursos de Verano de la UCM en San Lorenzo de El Escorial. Lo ha sido en una jornada dedicada a “los referentes femeninos en la divulgación de la ciencia”, en la que, además de ella, han participado Rebeca Atencia, directora del Instituto Jane Goodall de El Congo, y la matemática y divulgadora Clara Grima.
“Yo era una niña que sentía curiosidad infinita”, comenzó a contar la hoy futura astronauta para dar pie a cómo desde que tiene recuerdos se ha sentido atraída por la ciencia, por “buscar respuestas a preguntas, que dieran pie a nuevas preguntas, que hicieran avanzar el conocimiento para mejorar el mundo”. Aquello lo canalizó en una carrera poco conocida por la gente: Biotecnología. “Bio… ¿qué?”, la preguntaban. Su respuesta era la de quien tenía muy claro que quería hacer “uso de la biología para resolver problemas y fabricar productos”, una formación que, además, le permitía “aplazar la decisión de qué quería ser en la vida”. Finalmente se decidió y tras la carrera se especializó en tratar de solventar problemas relacionados con la salud, se formó y consiguió una plaza en el CNIO, que dirigía entonces Mariano Barbacid.
Y, de repente, el 16 de febrero de 2021, una noticia leída en el periódico lo revolucionó todo: “Europa busca mujeres astronautas para viajar a Marte”. El titular era un poco exagerado, pero lo cierto es que por primera vez en quince años la Agencia Espacial Europea lanzaba una convocatoria para incorporar astronautas. Recuerda que pensó que sería para los que hubieran estudiado para ello, pero pronto se dio cuenta de que no existen estudios de astronauta y que, de hecho, lo que se pedía en la convocatoria era personas con estudios STEM (Ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). También en el resto de ítems encajaba: tenía experiencia en su campo, hablaba inglés, estaba motivada… Y se presentó.
Fueron 18 meses divididos en 6 fases de selección, que comenzaron más de 23.000 personas y se fueron reduciendo hasta los últimos 25 que fueron entrevistados por el director de la ESA, quien finalmente eligió a los 5 “astronautas de carrera” y los 12 “astronautas suplentes”. La denominación tiene su aquel, ya que Sara y sus once compañeros no suplirán a nadie, sino que irán durante 15 días al espacio a llevar a cabo una misión de cariz tecnológico o científico. De hecho, dos de los seleccionados ya han cumplido su misión, antes incluso que los 5 “astronautas de carrera” -entre los que está el español Pablo Álvarez- que participarán -el próximo año lo hará la primera de ellos- en una misión de seis meses. Del proceso de selección, Sara quiere destacar un dato: de los 23.000 candidatos, solo un 24% eran mujeres. Tras un proceso de selección “ciego”, de los 17 elegidos, 8 son mujeres. “El sexo no determina ninguna profesión”, afirmó.
Volviendo a la intención vital de Sara de hacer avanzar el conocimiento para mejorar el mundo, según indica, en ningún lugar lo podrá hacer mejor que en el espacio, en concreto en la Estación Espacial Internacional. Allí, un astronauta en quince días desarrolla entre 80 y 150 experimentos científicos, que sirven para acelerar de manera exponencial investigaciones prácticamente de todos los ámbitos. En el suyo, en el de ciencias de la vida, por ejemplo, están permitiendo dar un enorme salto en medicina regenerativa, en I+D farmacéutica o en estudios contra el envejecimiento, por solo citar algunos ejemplos.
Si el avance del conocimiento ya es de por sí mismo razón para apostar por la exploración espacial, Sara García Alonso incluye otros “inputs” como su impacto económico -se calcula que llegue al trillón de euros antes de 2040-, la inspiración que supone para las siguientes generaciones o la cooperación global que facilita. De esto último pone como ejemplo la misión francesa Alpha, que ha sido capaz de vincular sus investigaciones a los ODS, y en concreto aportar una solución que ya se aplica para mitigar la desnutrición en África a partir de experimentos llevados a cabo en la Estación Espacial Internacional con un producto tan asequible como la espirulina. Este ejemplo es, de acuerdo con la astronauta -consideración que compagina con su trabajo en el CNIO hasta que le sea asignada una misión- de lo mucho que puede aportar la conjunción ciencia y espacio a la humanidad. “Para el ser humano ni siquiera el cielo es el límite”, concluyó.