CURSOS DE VERANO
La Complutense dedica a Picasso su tradicional curso de verano en el Museo del Prado
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 5 jul 2023 08:00 CET
Carlos Zurita, director de la Fundación Amigos Museo del Prado, ha recordado en la inauguración del curso “Picasso y los géneros de la pintura”, que con esta ya son dieciocho las ediciones en las que han colaborado la Complutense y la Fundación que él dirige, para ofrecer unas jornadas formativas dentro de los Cursos de Verano de la UCM. Desde la pandemia, ha aumentado el número de inscritos on line, que en esta ocasión llegan a los 140, que, con los 80 presenciales en el salón de actos del Museo del Prado, suman un total de 220, en el que será probablemente el curso con más alumnos de esta edición de los cursos veraniegos complutenses. Junto a Zurita han estado en la inauguración el director del Museo, Miguel Falomir, y la vicerrectora de Cultura, Deporte y Extensión Universitaria, Isabel García Fernández. La catedrática de Historia del Arte, Estrella de Diego, ha impartido la conferencia inaugural.
El título de la charla de Estrella de Diego ha sido “El proyecto Picasso. Acróbatas, bodegones, autorretratos”, pero a lo largo de su discurso ha quedado claro que ese nombre era un corsé demasiado estrecho para hablar de Picasso. La historiadora del arte ha realizado un viaje por el tiempo, hasta los pintores holandeses del siglo XVII, para explicar por qué no cree en los géneros pictóricos, pero al mismo tiempo cómo Pablo Picasso se adaptó a ellos para darles, de alguna manera, la vuelta.
Gran parte de la charla se ha centrado en la relación de Picasso con la ciudad de Madrid, una relación que de acuerdo con De Diego no fue demasiado satisfactoria para ninguna de las dos partes, aunque de la que el pintor extrajo gran parte de su conocimiento pictórico, primero con el academicismo que enseñaban en la Academia de San Fernando, pero, sobre todo, con los paseos que se daba por el Museo del Prado y por el parque de El Retiro.
De eso último quedan algunos bellos dibujos, sobre todo en el Museo Picasso Barcelona, mientras que del Prado le quedó un clasicismo que le acompañó toda la vida y que tiene una evidente herencia de pintores como Goya, Velázquez, Ribera o el Greco. De hecho, en estos momentos, y hasta el 17 de septiembre, como recuerda Miguel Falomir, hay montada una pequeña exposición en el Prado titulada “Picasso, el Greco y el cubismo analítico”, que relaciona a ambos autores.
De Diego hizo un viaje por lo que se veía en la época en la que Picasso paseaba por el Prado, que no tiene nada que ver con lo que ella ha plasmado en su libro El Prado inadvertido, sino que era un museo totalmente abigarrado, ejemplo claro del horror vacui museístico de otras épocas en el que se mezclaban grandes obras con otras más pequeñas o que se consideraban más irrelevantes, como los bodegones que se utilizaban para rellenar esos huecos y que tanto influyeron a Picasso.
A esa visión ha podido acceder la catedrática gracias al grafoscopio que está disponible en la página web del Prado, y que es “una especie de cine avant la lettre”, con fotografías impresas en una tela continua. Y esa idea también le ha servido a De Diego para hablar de la influencia del cine en la obra de Picasso, no sólo por la fragmentación, sino también por la propia idea del cinematógrafo y lo que supuso para la cultura del siglo XX.
De acuerdo con la conferenciante, Picasso se mantuvo fiel a su clasicismo durante toda su vida y, en los años sesenta, cuando estaba ya terminando el expresionismo abstracto de Jackson Pollock o cuando Andy Warhol hacía su “serie de bodegones” con latas de Campbell, el pintor malagueño declaraba, tanto en sus palabras como en algunos de sus dibujos, que detestaba la pintura abstracta. En aquel momento Picasso ya era un clásico, al igual que hoy en día, un artista muy importante, pero también era un artista del pasado.
Aparte de su capacidad para adaptar la pintura histórica (como en El Guernica o en Masacre en Corea) o la “pintura de vodevil” pasada por el tamiz del cine (como en Las señoritas de Aviñón), y de sus maravillosos bodegones y pinturas fuera de cualquier clasificación en géneros, Picasso creó una mitología propia sobre sí mismo, aprovechándose de la mirada de terceras personas.
Hoy en día podemos disfrutar de esa doble vertiente, de mito y realidad, que sigue fascinando al público, cincuenta años después de la muerte del pintor. Y, como asegura la vicerrectora Isabel García Fernández, este curso es “una oportunidad única para todos los que quieran conocer mejor a Picasso”.