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El proyecto complutense en Luxor está cambiando la historia de la necrópolis real tebana

Texto: Alberto Martín, Fotografía: C2 Project - 29 oct 2025 12:55 CET

El próximo mes de enero se iniciará en Luxor la séptima campaña del C2 Project Royal Cache Wadi Survey, la investigación, que dirigen el profesor complutense José Ramón Pérez Accino e Hisham El-Leithy, director del Centro de Estudio y Documentación del Antiguo Egipto del Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto, que “está claramente cambiando la historia de la necrópolis real tebana, del Valle de los Reyes”, como no duda en afirmar el egiptólogo español. Esta séptima campaña será un paso más en la confirmación de que un pequeño valle, wadi, situado a la espalda del Valle de los Reyes, fue una gran zona de culto, que albergó dos tumbas reales, y posiblemente una tercera, una gran efigie e incluso -aún hay que corroborarlo- una pirámide.

 

El wadi C2 está situado en el centro de la necrópolis tebana, justo a la espalda del Valle de los Reyes. Pese a su neurálgica ubicación los egiptólogos nunca le prestaron especial atención. Su único “mérito” siempre ha sido el de albergar la entrada “escondida”, la cachette, de la Tumba de las Momias Reales, descubierta en 1881, en la que estaban los cuerpos de unos cuarenta monarcas, entre ellos Amenhotep I, Amenofis II, Tutmosis II, Tutmosis III, Tutmosis IV o Ramsés II, por citar solo algunos de ellos. Su descubridor, el egiptólogo francés Gaston Maspero, afirmó entonces en referencia al lugar del hallazgo que “nunca un lugar fue mejor escondido”. En las numerosas excavaciones en Luxor de comienzos del siglo XX el wadi C2, como se le denominó, tampoco atrajo una especial atención de los arqueólogos y tan solo se tiene constancia de la presencia de algún egiptólogo americano, a través de fotografías que alberga el Metropolitan Museum de Nueva York, que ni siquiera fueron publicadas en su época.

 

Sin embargo, hace aproximadamente 15 años una fotografía llamó la atención del egiptólogo y profesor de la Facultad de Geografía e Historia de la UCM, José Ramón Pérez-Accino. Tanto lo hizo que viajó a Luxor, visitó la zona y corroboró sus sospechas a través del análisis de las más de 300 instantáneas que capturó. Aquellas fotografías desvelaban inscripciones en las paredes del wadi que indicaban una intervención humana que no se había detectado previamente. La constatación a través de diversas técnicas de tratamiento de imágenes de la existencia de unos grafitis en el camino hacia la entrada de la tumba animó a Pérez-Accino a presentar un proyecto de campaña de investigación al Ministerio de Antigüedades de Egipto, que le fue concedido en 2017.

 

Las dos primeras campañas se realizaron sin permiso para mover tierras, pero lo hallado sirvió para que el gobierno egipcio permitiera a partir de ese momento ya sí realizar excavaciones. Las cuatro campañas realizadas desde entonces han servido para demostrar de manera sólida no sólo que las momias reales no llegaron allí de manera furtiva, sino que aquel wadi fue un lugar sagrado y de culto durante posiblemente dos periodos de tiempo, situados antes y después de la actividad en el Valle de los Reyes, es decir a comienzos y a finales de la Dinastía XVIII, antes del año 1600 a.c. y después del 1.300 a.c.

 

Para poder llegar a esta fundada hipótesis de trabajo, el profesor Pérez-Accino y su equipo –en el que están otros profesores y titulados complutenses, además de otros especialistas, como la antigua directora del MAN, Carmen Pérez-Díe- han centrado sus trabajos en tres zonas del wadi unidas claramente por un mismo camino creado de manera artificial: la señala tumba de los reyes, la TT 320; otra tumba conocida, pero apenas explorada, justo en la otra esquina del wadi, la MMA 1103, y en un punto medio, prácticamente equidistante entre ambas tumbas, en el que el equipo complutense sitúa su descubrimiento posiblemente más espectacular: la presencia allí de una efigie de dimensiones similares a la de Guiza, que fue destruida de manera intencionada en algún momento aún por determinar. Bajo ella, en la última campaña, desarrollada a finales de 2023, han aparecido nuevos restos de estructuras que abren la puerta a la existencia allí de una pequeña pirámide e, incluso, de otra tumba.

 

La cachette real

Vayamos por partes. En primer lugar, en la TT 320, la cachette real, en la que aparecieron a finales del XVIII las momias reales, la investigación ha constatado restos de una estructura monumental de acceso a la misma, escalones hasta ella y una zona aplanada. En el camino que conduce hasta la tumba por la pared del wadi se han hallado no solo los restos de los grafitis que dieron origen al proyecto, sino que delante de ellos hay ensanches y superficies allanadas de manera artificial que denotan la presencia de pequeñas capillitas. Por tanto, como resume el profesor Pérez-Accino, no hay duda de que aquello nunca fue un escondite, sino que los cuerpos de los monarcas fueron allí llevados al ser un lugar importante y de culto. La tumba, eso sí, y de hecho ya había sido defendido en varios estudios, ya había tenido una “inquilina” anterior. En concreto, se cree que su propietaria original fue la reina Ahmose Nefertari, esposa de Amosis I y madre de Amenhotep I, quien vivió a comienzos de la Dinastía XVIII.

 

Una segunda tumba sin explorar

Que Ahmose Nefertaria fuera embalsamada en la TT320 a comienzos del Reino Nuevo no es para el equipo complutense algo anecdótico, sino que, al contrario, da fuerza a otra de sus hipótesis de trabajo. Justo en la otra esquina del wadi, la que enlaza con un valle contiguo, se conocía la existencia de otra tumba, la MMA1103, a la que nunca se había dado gran importancia. Su única exploración conocida se realizó en los años 20 del siglo pasado en plena fiebre de los “caza tumbas”. Pérez-Accino y sus colaboradores entraron en ella en la cuarta campaña provistos de un escáner 3D, que les permitió ver que tras uno de los muros hecho con piedras continuaba un pasillo que daba acceso a un pozo de 10 metros y una sala de grandes dimensiones. En la siguiente campaña retiraron las piedras y accedieron encontrando restos humanos, restos de sarcófagos y de cordaje. Está claro que de allí fue extraído algún cuerpo. Su teoría es que se trata de Ahmose Inhapy, reina de finales de la Dinastía XVII, cuyos restos se custodian en el Museo de El Cairo. Es muy posible, incluso, que Ahmose Inhapy y Ahmose Nefertari, la “propietaria” de la TT320, se llegaran a conocer.

 

Una efigie similar a la de Guiza

El tercer punto de atención de la investigación complutense se descubrió de manera casi accidental durante el estudio de los grafitis en el camino de acceso a la TT320. Pérez-Accino y su equipo se dieron cuenta de que justo enfrente una de las rocas de la parte alta del wadi tenía una forma singular que se asemejaba a los restos de una efigie, y justo debajo de ella se acumulaba una gran cantidad de tierra y restos. Al estudiarla en detalle no solo pudieron comprobar que la roca tenía una erosión diferenciada de las contiguas y las del resto del valle, sino que en ella había signos evidentes de una demolición artificial. La efigie, según los cálculos del equipo complutense, habría tenido unas dimensiones similares a la de Guiza.

 

La presencia de una efigie en el wadi da sentido, además, a dos grafitis que figuran en el camino de entrada a la cachette real, en los que aparecen sendas representaciones de una efigie situada entre dos montañas, entre las que se sitúa el sol en el horizonte. El redoble final fue el hallazgo bajo la efigie de una zona allanada de manera artificial, lo que podría ser un nicho de 8 metros, y en él, de una piedra, que tras ser observada en profundidad, resultó ser muy posiblemente los restos de una rústica mesa de ofrendas. Entre los escombros situados debajo aparecieron en sus partes más altas restos de ofrendas: tejidos de bolsas, cerámicas, cestería y hasta la escama de un cocodrilo.

 

Pero quizá lo más impresionante de todo fue mirar hacia el horizonte y comprobar como desde debajo de la efigie, como describía uno de los grafitis, situado entre dos montañas se situaba el sol en los días de invierno. En concreto, como pudieron comprobar el 21 de diciembre de 2021, en el solsticio invernal, su colocación era exactamente la descrita en el grafiti. Hay que recordar, como indica el director complutense del proyecto, que en la cultura egipcia los solsticios eran una fecha de celebración muy señalada, por lo que todo indica que el wadi fue durante un tiempo un privilegiado lugar de culto.

 

 

Séptima campaña

Con todo este bagaje y expectativas comienza el equipo complutense su séptima campaña, que se iniciará tras las fiestas navideñas. “Volvemos con muchísimas ganas -cuenta el profesor Pérez-Accino-, porque la última vez que estuvimos nos quedamos a punto de corroborar cosas muy importantes. Al final de la campaña de diciembre del 23, la última que por diversos motivos hemos realizado, empezaron a aparecer en los escombros bajo la efigie bloques de una estructura que claramente se había desmontado, y probablemente habrá más cubierta por el escombro que estamos limpiando de la destrucción. Esa estructura corresponde, quizá, con restos de una pirámide, ya que tienen la inclinación exacta de una pirámide, que aquí no son como las de Guiza, sino de unos 5 metros. Pero si es lo que creemos, y tiene todo el sentido porque está bajo la efigie, que es desde donde se ve el solsticio y donde está el nicho, sería la última pirámide real en suelo egipcio y, además, creemos saber de quién puede ser”.

 

Pérez-Accino quiere ser cauteloso e insiste en puntualizar que se trata de una hipótesis aún por corroborar. “Lo que se puede decir sin temor es que encontramos bloques de una estructura y que hemos empezado también a encontrar suelo tallado como para implantar esa estructura que está desmontada. Todo eso está cubierto con el escombro que aún no hemos terminado de quitar, porque son toneladas y toneladas. El escombro es la principal prueba que tenemos de lo que había arriba, por lo queremos mucho y lo estudiamos en detalle. Yo estoy convencido -continúa el profesor de la Facultad de Geografía e Historia- de que este año -porque en esta campaña vamos a acabar con el escombro y vamos a continuar bajando-, vamos a confirmar que esas estructuras proceden de lo que creemos que es una pirámide y provienen de una capillita, porque lo que hay ahí es una tumba. Si es de quién nosotros pensamos, probablemente la tumba no esté intacta; debió de ser evacuada para cuando ocurrió lo de arriba, lo que explicaría, los materiales funerarios que encontramos tirados en el escombro, y demostraría que efectivamente fue vaciada y llevado el probable ocupante, que sabemos quién puede ser, a otra tumba, porque el cuerpo sí lo tenemos. Esto es una expectativa muy grande. Todavía por cuestiones de seguridad mi colega egipcio y yo no queremos echar las campanas al vuelo, porque no lo sabes y si no pasa se te queda una cara tonto importante. Pero creemos que este año vamos a dar, por lo menos, con información mucho más concreta. Los bloques de piedra que hemos encontrado no son locales, están traídos, están tallados, tienen aristas… Todo indica que ahí hay una tumba y vamos a ir a por ella”, concluye Pérez-Accino.

 

Documental en National Geographic

Todos estos descubrimientos del equipo complutense están, por supuesto, llamando la atención tanto de los especialistas en egiptología -los avances han ido presentándose en diferentes congresos-, sino también en los medios de comunicación. El prestigioso canal National Geographic ha dedicado al proyecto un reportaje en su conocida serie “Tesoros de Egipto”.

 

Colaboraciones con el Metropolitan y el Prado

El profesor Pérez-Accino también destaca la colaboración que el proyecto ha abierto con otras instituciones. Con el Metropolitan de Nueva York se ha establecido una constante colaboración, que ha permitido al equipo complutense acceder a las fotografías tomadas del wadi en los años 20, que les han permitido incluso corroborar a través de ellas sospechas de “cosas” que hace 100 años estaban a la vista y que ahora están cubiertas de arena por la erosión o algún derrumbe. El Metropolitan está encantado de que esas imágenes por fin estén viendo la luz. Además, a esta séptima campaña del Departamento de Restauración del Museo del Prado van a desplazarse varias personas para probar un software que han desarrollado para el análisis de tejidos “y lo van a probar en las vendas que nosotros estamos sacando; es una cuestión revolucionaria”.

 

Con la UPM y el Real Colegio Complutense en Harvard

Otra colaboración es con la Universidad Politécnica y su Escuela de Arquitectura, de donde algunos profesores ya van a estar presentes esta campaña para preparar un informe técnico y de seguridad de las tumbas., explica el profesor complutense, quien no quiere dejar de mencionar, por último, la relación que se ha establecido con el Real Colegio Complutense en Harvard, donde antes de que termine este curso está previsto realizar un simposio sobre el proyecto. Esta colaboración con el RCCH da al proyecto complutense, además, cierto reconocimiento institucional que el profesor Pérez-Accino confía en poco a poco ir consolidando y ampliando.

 

 

Vídeo 360º grabado en globo

El gobierno egipcio prohíbe la utilización de drones en la zona de Luxor. Las imágenes áreas son, hoy en día, comunes, casi obligadas, en cualquier investigación al aire libre. El equipo complutense, como explica el profesor Pérez-Accino ideó suplir el uso de un dron por un pequeño globo de helio, para el que fabricaron una ligera estructura en la que se instalaron varias pequeñas cámaras, entre ellas una de vídeo de 360º, que permitió la grabación de espectaculares vídeos como el que ilustra este texto. Colgado en YouTube, el vídeo permite al espectador moverse por él libremente y contemplar los detalles del wadi que más le interesen.