EN VERDE

El profesor Felipe Domínguez Lozano, miembro del grupo de investigación SOS-Flora

El Proyecto SOS-Flora da pistas sobre cómo renaturalizar nuestro país

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 25 nov 2021 18:01 CET

La flora española, en especial aquella que está dentro del Catálogo Español de Especies Amenazadas, está sometida a presiones de todo tipo, entre ellas la fragmentación, debida a la pérdida de espacios que sufren las plantas, y la herbivoría, ya sea por parte de animales silvestres o de ganadería. Con la intención de avanzar propuestas que permitan una renaturalización en España, surgió el proyecto SOS-Flora, desarrollado por el grupo de investigación en Conservación, Biogeografía y Evolución de Plantas Vasculares y sus Comunidades, del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Complutense.

 

Para hablar sobre los problemas a los que se enfrenta la flora se han dedicado dos jornadas en la Facultad de Ciencias Biológicas, que han tenido como colofón, la presentación de las primeras conclusiones del proyecto SOS-Flora, a cargo del profesor Felipe Domínguez Lozano, uno de sus miembros.

 

De acuerdo con el investigador la conclusión principal del estudio es que hay que pensar en un nuevo modelo de gestión que pase de lo muy intensivo y muy artificial que existe ahora, realizado a veces sin patrones conocidos, a otro donde la renaturalización esté en el centro de los objetivos, “siempre que sea posible”.

 

Para poder llevar esa tarea a cabo, una treinta de investigadores han elaborado un decálogo del que Domínguez ha destacado la importancia de contemplar la alternancia de densidades de herbívoros silvestres y domésticos, la delimitación de polígonos poblacionales e incluso la necesidad de potenciar al colectivo de gestores botánicos.

 

El diferente efecto de la herbivoría

Ha destacado el profesor complutense que la herbivoría ha sido siempre señalada como uno de los factores que suponen una amenaza para las plantas, y de hecho se calcula que de los 651 taxones amenazados, 401 la tienen como una posible amenaza. Para comprobar la realidad de esa estimación, SOS-Flora ha realizado un estudio de 37 especies repartidas por todo el país, visitándolas in situ para cuantificar si han sido comidas o pisoteadas por ungulados.

 

Han descubierto que el efecto de la herbivoría no es algo homogéneo en España, sino que se concentra en determinadas zonas, con un especial impacto en el archipiélago canario, donde además todos los animales que afectan a las plantas han sido introducidos por los humanos. De hecho, en Canarias la herbivoría es la principal amenaza que sufren las plantas, mientras que en el resto del país es una más a las que tienen que hacer frente.

 

Utilizando bases de datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico han comprobado también que la componente antrópica, aunque tiene un gran peso en zonas de España donde se acumula mucho ganado, como Extremadura, no es tan relevante a nivel biogeográfico como la provocada por animales libres como el conejo, el jabalí, el corzo o el muflón. Lo que lleva a pensar que quizás una buena manera de gestionar ese problema sería la reintroducción de depredadores naturales como el lobo.

 

Aclara, de todos modos, Domínguez, que en lugares como las Islas Canarias la renaturalización sería mucho más difícil, ya que hay una incompatibilidad marcada porque las plantas han evolucionado ajenas a los animales silvestres, sin tener que adaptarse de ninguna manera ante esa presión.

 

La fragmentación

La parte del trabajo centrada en la fragmentación no se ha podido hacer a nivel nacional, por las dificultades que supone, así que se han elegido unos pocos casos de especies amenazadas, sobre los que la profesora Sonia García Rabasa ha llevado a cabo una serie de análisis metapoblacionales. A partir de ahí se ha visto que los parches grandes son mejores para la supervivencia de las especies, así que quizás habría que centrar en ellos las tareas de conservación y no dedicar los recursos a los más pequeños.

 

Una conclusión posible que se deriva de este trabajo es que la configuración actual de los parches puede ser el resultado de una alteración de hábitat antigua, una mezcla de parches naturales y artificiales, o incluso completamente artificiales, como los que se encuentran en los bordes de las carreteras. Entre los puntos del decálogo ya mencionado, se afirma que la fragmentación urbana supone un caso extremo y que el mantenimiento de biodiversidad natural y cultural, ambas urbanas, es necesaria una gestión integrada.

 

Eso sí, una gestión que en un horizonte futuro plantea “la no intervención como una alternativa a la gestión conservacionista intensiva”.