CINE

Fotograma de "El sustituto"

"El sustituto", de Óscar Aibar

Texto: Ángel Aranda - 19 nov 2021 10:30 CET

Si hace unas semanas hablábamos en Tribuna Complutense del revisionismo ochentero en el que parecen haber entrado algunos títulos actuales del cine patrio, el director Óscar Aibar (El bosque, El gran Vázquez) pasea en esta ocasión con su película, El sustituto, ese mismo estandarte por la costa levantina con un relato policiaco, original hasta cierto punto, pero en todo caso bien orquestado en lo que al desarrollo del relato cinematográfico se refiere.

 

En 1982, año del Naranjito, del Mundial de fútbol celebrado en España y de la primera victoria socialista en unas elecciones generales durante aquellos años de la Transición política, un joven pero ya experimentado policía curtido en los barrios más duros de Madrid, se traslada a trabajar a Denia con la esperanza de sanar de unas dolencias a su pequeña hija. Una vez allí, se ve envuelto en la investigación de la extraña muerte del inspector al que ha ido a sustituir. Sus pesquisas le llevan hasta una comunidad habitada por ancianos nazis, reclamados en algunos países por crímenes contra la humanidad, que disfrutan de un retiro paradisiaco y feliz gracias, entre otras cosas, al fructífero negocio inmobiliario de la costa.

 

El director, que firma también el guion junto con María Luisa Calderón, ha sabido desarrollar una trama interesante a propósito de un hecho del que mucho se ha hablado a lo largo de los últimos años, pero poco se ha profundizado en realidad, como es el del exilio dorado de un buen número de nazis y sus familias, que huyeron de Alemania al término de la II Guerra Mundial y se instalaron en España al amparo del régimen franquista. Seguramente hay algunas más, pero la historia recuerda en cierto modo al argumento de dos novelas escritas por Clara Sánchez, Lo que esconde tu nombre y Cuando llega la luz, que exploran un terreno muy parecido, aunque bien es cierto que desde otros puntos de vista y a través de caminos completamente diferentes. 

 

Para acercarnos todo esto, Aibar ha contado con Ricardo Gómez (Carlitos en Cuéntame cómo pasó) en el papel protagonista, un policía atormentado (Cuánto daño ha hecho Matthew McConaughey con su personaje de True Detective), que se instala en la localidad costera huyendo de sus propios fantasmas para toparse con otros, en este caso de carne y hueso. En este viaje le acompañan Vicky Luengo, conocida sobre todo por su magnífica interpretación en la serie Antidisturbios y el ya veterano Pere Ponce, quien interpreta a un policía de vuelta ya de todo que lleva varios años investigando por cuenta propia un asunto clave en el desarrollo de la trama principal.

 

Las interpretaciones están bien en términos generales, aunque la juventud de Ricardo Gómez le confiere, para su mayor beneficio, un amplio margen de mejora. Vicky Luego, en su papel de una doctora que ayuda al joven policía en su cruzada contra los antiguos jerarcas del III Reich, le da a su actuación un aire moderno, eso sí, plasmado en el guion y por tanto no achacable en su debe, que en algún momento puede resultar extemporáneo, aunque lo compensa con su habitual solvencia interpretativa. Pere Ponce, por su parte, ha sabido hacer de su personaje tal vez el más entrañable del elenco, capaz de empatizar con el público casi desde su primera aparición en pantalla.

 

En el caso de los viejos nazis, que por lo que es palpable en la película no solo han llevado una buena vida en nuestro país desde su llegada, sino que además en los años 80 seguían gozando de la protección de su anonimato y de ciertas facilidades a la hora de hacer negocios, son tratados con cierta contención, a pesar de lo insólito que podría haber resultado alguna crítica por maniqueísmo en este caso. No obstante, el grupúsculo español de extrema derecha con el que cuentan los alemanes para sus propósitos tiende a la caricatura y con ello a cierta falta de credibilidad, una pequeña mancha que no ensombrece el resultado final del saldo interpretativo, a pesar de algunos excesos.

 

En definitiva, el cineasta Óscar Aibar ha sabido combinar todos los elementos que él mismo ha puesto en liza y consigue lo que se propone: elaborar un relato policiaco clásico con el que entretener al espectador, sin mayores pretensiones salvo la de radiografiar la España de aquellos años, desde el punto de vista de hoy algo casposa y anestesiada por el fútbol y otros árboles que no dejaban ver muy bien el bosque.