REPORTAJE

Juan Echanove, Nicolás Sánchez Albornoz, Fernando Colomo y María Lamana

Filología conmemora los 75 años de las pintadas de la FUE y los 25 de “Los años bárbaros”

Fotografía: Jesús de Miguel - 23 nov 2023 10:54 CET

Sentado en una de las vetustas butacas del Paraninfo de la que fue su Facultad, Nicolás Sánchez Albornoz, a sus 97 años, sigue con atención la proyección de Los años bárbaros, la película rodada por Fernando Colomo en 1998, que recrea su fuga -la única que tuvo éxito de las 44 intentadas a lo largo de los años- junto a su amigo Manuel Lamana del valle de Cuelgamuros, allá por 1948. El filme comienza con Sánchez Albornoz y Lamana -Tomás y Jaime en la ficción- siendo detenidos en 1947 tras pintar en la parte trasera de la misma Facultad en la que hoy se encuentra, la de Filosofía y Letras, un mensaje con la firma de la FUE (Federación Universitaria Escolar), que aún hoy, 75 años después, a última hora de la tarde cuando el sol ya alumbra de perfil la fachada semicircular, se puede seguir leyendo: “Viva la Universidad Libre”.

 

Al concluir la proyección, ya sentado en el escenario junto, entre otros, el propio Fernando Colomo y Juan Echanove -quien en la cinta da vida al policía franquista que persigue a los fugados-, Sánchez Albornoz -reputado historiador, profesor durante décadas de la Universidad de Nueva York- reconoce que el “lenguaje fílmico”, con sus “licencias”, es casi siempre mejor vehículo para llegar al público que los “sólidos y pesados” libros que escriben los historiadores como él. Confiesa, como ya lo ha hecho en muchas ocasiones, aunque la gente parece no querer tenerlo en cuenta y se los sigue atribuyendo, que el comienzo de la película no es fidedigno. La pintada no la realizaron ni su amigo Manolo ni él -“Yo era muy conocido en la Facultad y estaba muy vigilado”-, sino “unos compañeros de la FUE de Químicas”. A ellos se les ocurrió la idea “genial” de no utilizar pintura, sino nitrato de plata, lo que hacía que sólo se viera la pintada cuando la iluminaba el sol, lo que desquiciaba a los encargados de borrarlas hasta el punto de que llegaron a cincelarlas en los ladrillos de la fachada, dejándola visible para siempre.

 

Esta licencia fílmica nunca ha enojado a Nicolás Sánchez-Albornoz -hijo de Claudio Sánchez Albornoz, profesor, historiador, ministro de la Segunda República y presidente en el exilio-, sino que, al contrario, se siente orgulloso de ser “testigo y fuente” de la historia y haber contribuido a que lo sucedido en aquellos años pueda ser conocido por las siguientes generaciones. De hecho, como destacaron Fernando Colomo y los guionistas de la película, José Ángel Esteban y Carlos López, el propio Nicolás estuvo presente en muchos momentos del rodaje e incluso propuso algunas de esas “licencias fílmicas”. “La escena de la playa, una de las mejores de la película -cuenta José Ángel Esteban- fue idea de Nicolás. Recuerdo que le dije: ¿Esto no pasó, no? Y que él me contestó: Pero podía haber pasado. Ese es el resumen de la película: no pasó, pero podía haber pasado”.

 

Por cierto, la autoría real de las pintadas se atribuye a Pablo Pintado, estudiante de Arquitectura -años después fue Premio Nacional de Arquitectura y entre sus diseños destaca el Palacio de Congresos del Paseo de la Castellana-, y a las estudiantes de Químicas Mercedes Vega y Albina Pérez, detenidos los tres en la misma redada, junto a, entre otros, Lamana y Sánchez Albornoz.

 

En este debate sobre la combinación que el cine hace entre hechos reales y ficción, al que el propio Sánchez Albornoz encaminó el debate, Fernando Colomo cuenta cómo cuando los guionistas le propusieron hacer la película, siempre tuvieron claro que no querían hacer un documental, sino partiendo de unos hechos reales crear una tensión dramática y decidieron, además, hacerlo con un tono de comedia, porque al fin y al cabo la historia que narra la película no es la de dos revolucionarios sino la de dos jóvenes veinteañeros con ganas de vivir y pasárselo bien. No obstante, decidieron contar en la película con la opinión de los protagonistas de la historia. Nicolás desde un primer momento aceptó, como también lo hizo Manuel Lamana -su hija María también asistió a esta proyección especial del filme con motivo del 25 aniversario de su rodaje y el 75 de la pintada, celebrada este 22 de noviembre- pero murió justo antes de comenzar el rodaje. No obstante, su libro Otros hombres, en el que cuenta la fuga –también con “licencias literarias”, puntualizó Sánchez Albornoz- es la base argumental de la película.

 

Colomo recuerda que también viajó a Estados Unidos a proponer su participación a Barbara Prost Solomon, una de las dos jóvenes estadounidenses -junto a Barbara Mailer- que ayudaron a Lamana y Sánchez Albornoz a llegar en coche a los Pirineos desde la Sierra de Guadarrama. Prost Solomon, que también había incluido aquella vivencia en su libro Aquellos felices 40 en España, decidió no participar en el proyecto y, de hecho, llegó incluso a tratar de prohibir el rodaje. “A lo mejor esperaba una gran oferta de Hollywood”, apuntó Sánchez Albornoz, que a sus 97 años mantiene un fino sentido del humor.

 

El caso es que con “licencias” -el viaje en coche con las dos estadounidenses duró en realidad solo un día y no los varios que recrea la película- o sin ellas -sí es cierto que el coche se lo dejó a su hermana Barbara el escritor Norman Mailer, y que el cerebro de la fuga fue Francisco Benet, hermano del escritor Joan Benet-, Los años bárbaros ha cumplido con creces su objetivo de transmitir al gran público un episodio más de la represión franquista. Como apunta Juan Echanove, “la verdad histórica es que en Cuelgamuros morían presos políticos” y eso es lo que denuncia la película.

 

Además, el filme ha logrado, como cuenta el profesor José Lázaro, organizador de esta jornada dedicada a conmemorar la pintada y la película, que se enmarca en las celebraciones del 90 aniversario de la Facultad -la proyección estuvo precedida por unas palabras de la decana de Filología, Isabel Durán, su vicedecano Emilio Peral, el vicedecano de la Facultad de Filosofía Agustín Menéndez y el director de Estudios de Casa Velázquez, Luis González- ser un referente para los estudiantes del grado en Lingüística y Lenguas Aplicadas, ya que es utilizada como herramienta docente y proyectado algunos de sus fragmentos hasta en 18 idiomas.