REPORTAJE

La sesión comenzó con el visionado de un vídeo sobre la forma de hablar de los jóvenes

Generación Z y docentes: En busca de la conexión

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 25 ene 2024 13:39 CET

Se la denomina Generación Z y comprende a los nacidos entre 1997 y 2012, es decir a quienes son y serán los habitantes de las aulas universitarias en el presente y en el futuro próximo e incluso un poco más lejano. Dicen los expertos que la brecha generacional entre los Z y sus profesores, pertenecientes a las X, Y e incluso alguno a la Baby boomer, quizá no tenga precedentes. No solo es su forma de hablar, cada vez más distante (bro, chill, paneo, parguela, cringe, crush..,), sino también su forma de aprender, vivir y hasta de sentir.

¿Qué hacemos? ¿Adaptamos nuestra enseñanza o la imponemos? ¿Cómo llegamos a ellos, cómo captamos su atención, cómo conectamos? Un grupo de profesores complutenses, integrantes desde hace ya varios años en una comunidad docente de aprendizaje -reconocida como “Red docente” en el actual Plan de Formación Docente- se ha hecho estas preguntas y las ha llevado a su aula para, como siempre hacen, debatirlas entre todos, compartir sus experiencias y opiniones, para intentar, que es de lo que se trata, salir de allí siendo mejores profesores.

 

Esta red o comunidad docente de aprendizaje comenzó a funcionar hace ya varios años impulsada por María Vega, profesora del Departamento de Investigación y Psicología en Educación de la Facultad de Educación. En la actualidad la integran alrededor de una quincena de profesoras y profesores de distintas Facultades complutenses. Se reúnen una o dos veces al mes para tratar temas que previamente han sido consensuados. Lo de hablar de la Generación Z fue una propuesta de Sonia Mato, profesora de la Facultad de Ciencias Químicas. “Es un tema que me preocupa mucho y sobre el que es necesario que los docentes reflexionemos”, apunta en presencia de Sergio Rodríguez, profesor en la Facultad de Ciencias de la Información, a quien solicitó su colaboración, dado que, a sus 29 años, es sin duda el principal nexo entre la comunidad docente y sus estudiantes. “Hasta hace nada yo era uno de ellos, pero aún así noto un gran salto con los actuales estudiantes”, comenta Sergio.

 

Sonia y Sergio -en las comunidades docentes todos se tutean- plantearon en diciembre una sesión sobre el tema. Tanto dio de sí, que convinieron en celebrar una segunda en enero e invitar a ella a la vicerrectora de Estudiantes, Rosa de la Fuente, y a dos de sus asesores, Borja Manero -actual coordinador del Observatorio del Estudiante, y que ya había participado en otras sesiones previas de la comunidad- y María Vela. Quieren conocer los detalles que sobre los actuales estudiantes les pueda dar el Vicerrectorado, más acostumbrado a tratar con ellos ya fuera de las aulas, pero a la vez que sus responsables sepan de su preocupación y de cómo entre todos pueden buscar vías de mejora.

 

Sonia y Sergio presentan una descripción que han preparado tras leer las conclusiones de especialistas -sociólogos, psicólogos…- sobre las características principales de los Z: “Son competitivos. Usan 8 segundos para valorar si algo les interesa. Necesitan que su trabajo tenga sentido. Sufren FOMO (fear of missing out). Tienen ansiedad a quedar expuestos. Necesitan recompensas instantáneas. Autoaprendizaje a través de tutoriales. Son prácticos. Son víctimas de desinformación”. A esta relación añaden una serie de palabras, de jerga, que utilizan en buena medida cuando se comunican entre ellos: “Bro, chill, cringe, crush, Insta, Malro, Buenro, me renta, mórtimer, paneo, parguela, pro, to Gucci, Bakano, boquerón, beef, Buen dato, fail, ghosting, hype, mierder, photobombear, pila, pinpin, poner los tochos, popu, random, shippear, to…”

 

La vicerrectora Rosa de la Fuente añade algún rasgo más, fruto de estudios realizados junto al Psicall y el Observatorio del Estudiante: “Falta de conciencia de aprendizaje activo; están acostumbrados a ser agentes pasivos. Tras la pandemia han perdido capacidad de socialización. Han aumentado los problemas de salud mental. Han perdido conciencia de su capacidad transformadora respecto a generaciones anteriores”.

 

Ante esta descripción los profesores se hacen diversas preguntas: ¿Hasta qué punto debemos/ queremos adaptarnos a ellos? ¿Debemos/queremos imponer nuestra manera de enseñar? “¿Tenemos que cambiar esas características o no hacemos nada, sólo adaptarnos?, se pregunta en voz alta Elvira, profesora también de la Facultad de Educación, para acotar el debate.

 

Los profesores se dividen en grupos de cuatro o cinco, en los que integran también a la vicerrectora y sus asesores, y se dan un tiempo prudencial para escucharse los unos a los otros. Después toman la palabra los improvisados portavoces para dar retazos de lo hablado en cada corrillo. María Vega, la precursora de la comunidad, toma la palabra como una docente más, pero no puede dejar de recordar que este, como otros temas que surgen en el aula, es un problema complejo si el profesor universitario no se reconoce como profesor, como agente de educación, sino solo como mero transmisor de conocimiento. Un buen profesor debe adaptarse a los contextos, no tiene que penalizar o juzgar a sus estudiantes. Por ejemplo, respecto a su forma de hablar, no se trata de decirles que es incorrecta, sino de hacerles entender que el aula no es el contexto adecuado para expresarse de esa manera. El objetivo del docente es favorecer el desarrollo potencial de sus estudiantes, ir a clase con ilusión: sembrar en el presente lo que tenga sentido ahora, pero sobre todo en el futuro.

 

Guadalupe, profesora en Informática, apunta que si se lee con detenimiento esos rasgos distintivos de la Generación Z tampoco son tan diferentes de los de cualquier otra persona que viva en el mundo actual. Borja Manero, el asesor de la vicerrectora y director del Observatorio del Estudiante, reconoce que él los tiene todos. Al final -convienen- los Z coinciden con un cambio de sociedad que nos afecta a todos: buscamos la inmediatez, la paciencia ha disminuido, las lecturas se van volviendo diagonales, cada vez buscamos más la utilidad y menos el poso del conocer…

 

Las ideas van fluyendo y las reflexiones individuales enriquecen el debate. Marcos, profesor de Informática, apunta que quizá lo que haya preguntarse es por qué lo que antes funcionaba no funciona ahora, y buscar soluciones. Pueden pasar por nuevas metodologías docentes, como la gamificación para responder a ese afán competitivo, o a brindarles mayor bibliografía audiovisual en lugar de escrita, aunque esta siempre debe permanecer. El propio Marcos ejemplifica con el creciente miedo escénico que se extiende entre el estudiantado y que el trata de romper dividiendo la clase en grupos similares a los que funcionan en esta comunidad docente para hacer que el portavoz se sienta autorizado a decir lo que piensa el grupo, a hablar con el apoyo de los demás. Patricia, de Educación, entona un mea culpa que hace colectivo y reconoce que los profesores, a su juicio, también están perdiendo esa conciencia de su capacidad de transformar las cosas, la sociedad incluso. Si no la tienen ellos, difícilmente se la transmitirán.

 

El debate es rico, pero llega la hora de llegar a alguna conclusión. Sergio las resume: “Pensamos que debemos intentar no juzgarles y empatizar con el estudiantado, pero sin perder de vista la rigurosidad de la clase universitaria. Además, convenimos en crear un banco de influencers según nuestra especialidad para que otros docentes puedan acceder a esos contenidos y dinamizar sus clases tratando de acercarse al alumnado con referentes que les sean más amigables. Todo ello para seguir construyendo un clima de aula que favorezca el aprendizaje”. “El cambio está en nosotros, en dedicar tiempo a pensar qué vamos a hacer”, insiste María Vega.