INVESTIGACIÓN

El doctorando Félix García Pereira y el investigador Fidel González Rouco, del IGEO, CSIC-UCM

Investigadores del IGEO muestran una captación de calor continua y acelerada por parte del subsuelo

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 17 nov 2025 17:02 CET

La revista Science Advances ha publicado el estudio "Robust increase in observed heat storage by the global subsurface", liderado por Francisco Jose Cuesta Valero, del Centro Helmholtz de Investigacion Ambiental (UFZ) en Leipzig (Alemania), con la colaboración de investigadores de la St. Francis Xavier University en Antigonish (Canada) y del Instituto de Geociencias (IGEO, CSIC–UCM). Fidel González Rouco, investigador del IGEO y uno de los firmantes del trabajo junto al doctorando Félix García Pereira, asegura que este estudio apuntala la idea de “un sistema que alberga una energía creciente en todos sus subsistemas: en el subsuelo, en el océano, en la tierra, en la atmósfera y en la criosfera. Y esa es una visión que resulta muy informativa, porque no se ve solamente un detalle o detalles aislados, sino que se ve que todo es la respuesta coordinada a un cambio de energía en el sistema en su conjunto”.

 

Fidel González Rouco informa de que llevan ya años trabajando en colaboración con Hugo Beltrami, de la universidad canadiense implicada en el proyecto, al igual que con dos estudiantes suyos que ahora están de postdoc en Alemania, de ahí la colaboración internacional a tres bandas. Este estudio, publicado en Science Advances, se centra en el cambio climático, que como el propio González Rouco explica es “un cambio en la energía”, y al haber más energía atrapada en el sistema aumenta la temperatura en los océanos y en la superficie y, como demuestra este estudio, también en la corteza terrestre cerca de la superficie, en el subsuelo.

 

Para analizar estos cambios se aprovechan los datos que aportan los testigos, que son muestras del subsuelo que generalmente se han utilizado y se siguen usando en campañas de prospección y exploración minera, y que permiten conocer, en los primeros cientos de metros, las variaciones que han ocurrido en los últimos siglos.

 

Reconoce el investigador del IGEO que estos muestreos son “una especie de viaje en el tiempo de la temperatura”, sobre todo si se hace como en este trabajo, con medidas del subsuelo tomadas anteriormente en muchos sitios diferentes de la Tierra. Los datos de esas prospecciones previas se han actualizado, añadiendo datos de satélite, de modelización, de reanálisis, “es un producto híbrido entre modelo y observación para evaluar con la mayor exhaustividad posible, con diferentes fuentes de información, cuánto ha aumentado la energía almacenada en la corteza terrestre en los últimos cientos de metros cerca de la superficie desde finales del siglo XIX”.

 

Con toda la información existente, fundamentalmente observacional, se ha comprobado que se ha acumulado en el subsuelo una cantidad de energía comparable a treinta veces el consumo anual de energía en todo el planeta. Eso significa, obviamente, que la corteza, en la superficie se está calentando y que guarda entre un 5 o un 6% de la energía total almacenada en la Tierra. Que vaya en aumento, asegura González Rouco, no son buenas noticias, porque si suben las temperaturas de la Tierra cerca de la superficie, por ejemplo, en zonas más sensibles como el Ártico, en donde hay permafrost, suelo congelado, se pueden producir cambios en la hidrología del suelo y que haya una reemisión de carbono fósil a la atmósfera. Y lo mismo ocurre, en general, en otras zonas, donde al subir la temperatura puede haber cambios en la actividad microbiana y en la biogeoquímica de los suelos, así como alteraciones en la disponibilidad de agua que favorezcan la aridez, y suelos más secos contribuyen a un mayor estrés hídrico para la vegetación y la agricultura, así como una mayor vulnerabilidad a la erosión y a la perdida de la capa fértil.

 

El investigador del IGEO asegura que hay suficientes datos como para hablar de una situación global en el planeta, “con un crecimiento que no es estrictamente exponencial, pero sí que hay un aumento de la concentración de energía cada vez más rápido, especialmente desde los años sesenta del siglo pasado”.

 

El estudio ratifica el incuestionable cambio climático, “y además aporta que no se trata solamente de un aumento en la temperatura, sino de que todo el sistema del planeta se recalienta. Va a haber temperaturas más altas en la superficie, pero también habrá fusión de la criosfera, y por supuesto subidas del nivel del mar, porque se funden los glaciares terrestres, se funden los casquetes polares, y en un mundo más cálido el agua del mar, la columna oceánica, se expandirá”. Por lo tanto, “solo reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero podremos limitar este proceso y mitigar sus impactos, tanto a escala global como regional”.

 

IGEO. Un centro mixto CSIC-UCM

Explica Fidel González Rouco que el Instituto de Geociencias IGEO es un centro que depende de dos instituciones, lo que hace que la gobernanza sea diferente a la de un centro de investigación puramente Complutense. Eso sí, toda la investigación que hace el personal del centro contribuye a ambas instituciones.

 

El convenio que regula esta colaboración está ahora mismo en revisión y considera el investigador del IGEO que los acuerdos institucionales son importantes, porque cuando las instituciones colaboran realmente, y con ello no se refiere a los investigadores, sino al rectorado de la UCM y a la presidencia del CSIC, “pueden aparecer trabajos muy interesantes”. Es consciente González Rouco de que en estos momentos “la Complutense no pasa por el mejor momento económico con el tema de la financiación de las universidades, pero precisamente por eso el reforzarse mutuamente es algo que permite tener sinergias que promueven la investigación, tanto en tiempos de mayor bonanza como en tiempos difíciles”.

 

Además, la ubicación del IGEO en el campus de Moncloa es para el investigador todo un acierto, por todas las facultades de la UCM con las que se puede trabajar, así como con otros centros como la AEMT, el CIEMAT y la Universidad Politécnica, coincidencia que permite “colaborar para obtener de los recursos disponibles la mayor capacidad, la mayor producción y el mayor avance en investigación y en docencia”.