CURSOS DE VERANO
La ciencia en mayúsculas pone punto y seguido a los Cursos de Verano
Fotografía: Alfredo Matilla - 30 jul 2021 11:22 CET
“Como todos me conocen muy bien y saben lo que voy a decir, creo que ya he dicho bastante”. Es el último consejo que Nazario Martín León da a quienes han escuchado su conferencia de clausura de los trigésimo cuartos Cursos de Verano de la Universidad Complutense. Asegura que a él le ha funcionado cuando no ha sabido bien qué decir en alguna que otra ocasión. Conociéndole se hace difícil de creer, pero sirve para poner colofón tanto a su magistral conferencia como a esta edición de la cita estival complutense en San Lorenzo de El Escorial: ambas han estado a la altura de lo que se esperaba. No es un punto final, es solo un punto seguido hasta la trigésimo quinta edición en la que ya se está trabajando.
Comenzando con esta edición de los Cursos de Verano, como señaló el rector Joaquín Goyache, la sensación es de orgullo ante el éxito de la misión cumplida: “Seguimos siendo la institución de enseñanza superior que apuesta por acaparar la cultura, la ciencia, el debate, la tolerancia, la pluralidad, la variedad y el rigor académico, durante el mes de julio”. Y ello gracias al “esfuerzo titánico” de quienes los han hecho de nuevo posible: el director Miguel Ángel Casermeiro, el director de la Fundación, Andrés Arias, el equipo de coordinadoras de los Cursos, el equipo técnico, el de comunicación -gracias por lo que nos toca-, el de patrocinios, informáticos.. Y también, un apoyo de lujo con el que este año han contado los Cursos: las siete personas y sus dos coordinadores de la asociación Afadis-UCM, que han demostrado a todos con su trabajo y simpatía que la diversidad es un valor real.
La subdirectora Lucía Monteoliva, primero, y el director, Miguel Ángel Casermeiro, acto seguido, han puesto de manifiesto este sentimiento de misión cumplida, de haber sabido, como ya hicieron el año pasado, arriesgar de manera controlada y hacer posible una edición presencial en los complejos tiempos de pandemia. El resultado, como enumeró el director, han sido 49 cursos, 4 exposiciones y 27 actividades culturales y, sobre todo, la “extraordinaria acogida del público en general” y de los 2.014 alumnas y alumnos matriculados, 1.450 de ellos asistentes in situ de las actividades -casi la mitad gracias al patrocinio de Banco Santander disfrutando beca de alojamiento, manutención y matrícula- y el resto asistiendo de manera asíncrona por streaming. Más de 70 empresas e instituciones han ayudado también a la realización de los Cursos.
Y para concluir esta edición, quien mejor que el catedrático de Química Orgánica de la Universidad Complutense, director adjunto del IMDEA Nanociencia y Premio Nacional de Investigación 2020, Nazario Martín León. Su conferencia, “Nanociencia, la importancia de lo pequeño”, fue, además de una excelente oportunidad de conocer algo más de este prodigio que ya está cambiando nuestro mundo, un alegato por la ciencia, por el imprescindible apoyo que necesita y por su consideración social. Einstein, Newton o Mendeléyev no pueden sino estar en el mismo escalón de la historia de la humanidad que Beethoven, Leonardo o Cervantes. “La ciencia es parte intrínseca de la cultura, es una de las creaciones más sublimes del ser humano”, clama el profesor Martín León.
El tamaño importa, pero no es lo único
Pero vayamos con la nanociencia, eso que a todos nos suena, cual canción veraniega, pero que pocos conocen su letra. Primera lección: el tamaño es importante, pero no lo único: “No se trata solo de trabajar con moléculas pequeñas. Significa que cuando la materia se somete a tamaños muy reducidos, del orden del nanómetro, aparecen propiedades nuevas, que no tiene la materia en tamaño macroscópico. Propiedades nuevas significa oportunidades nuevas, la misma materia en tamaño pequeño nos ofrece propiedades nuevas que hay que conocer y estudiar”. Y aplicar, porque como insiste Nazario Martín, un descubrimiento científico siempre es "interesante, pero para que sea importante tiene que tener impacto social”. Y la nanociencia lo tiene. Luego iremos con ello.
Otra lección: Pero lo cierto es que el tamaño importa. Cuando se habla de nanociencia se habla de algo muy pequeño, ínfimo podría decirse. Nazario Martín lo contextualiza: La Tierra es 100 millones de veces más grande que una naranja. Una naranja es 100.000 veces más grande que una molécula de fullereno, clave en el desarrollo de la nanociencia. Un nanometro es 10-9 metros, lo que significa que “cojo un metro, lo divido en un millón de partes. Cojo una de esas partes y la divido en 1.000 partes. La resultante es un nanómetro. La nanociencia trabaja con moléculas que miden entre 1 y 100 nanómetros”.
Revolución económica y social
Una tercera: la nanotecnología está produciendo una revolución económica y social a la altura de la que supusieron en su día la textil, la ferroviaria, la del automóvil o más recientemente la computación. Como todas ellas ha pasado por una primera fase lenta de creación y ahora encara la de su rápido desarrollo. En la primera o incluso antes de ella hubo nombres de químicos, y algún físico, que el profesor Martín no quiere olvidar, desde el considerado padre de la nanociencia, Richard Feynman, que a finales de los 50 y comienzos de los 60 ya anticipó lo que hace poco se vio, o Harold Kroto, uno de los descubridores del Fullereno, y cuya laudatio como honoris causa de la UCM, el propio Nazario Martín tuvo el honor de pronunciar. Hay más: Smalley y Curl (los otros dos descubridores del fullereno), o Gerhard Ertl, Nobel de Química en 2007.
Del top down al bottom-up
Las lecciones se suceden y el profesor Martín explica que estamos en un momento cumbre en el devenir de la revolución nanotecnológica. Hasta ahora los nanodiseños se han hecho con tecnología top down, de arriba abajo. Se han creado objetos a partir de macro-objetos, utilizando la nanolitografía, tecnología que emplea láser con una determinada longitud de onda en salas limpias. Pero “hemos llegado al límite de lo pequeño y por debajo de 100 nanómetros empezamos a tener dificultades”. La nueva tecnología, ya existente, pero aún en desarrollo es la bottom-up, de abajo a arriba, que permite manejar átomos y moléculas con el microscopio de efecto túnel. “Los químicos sabemos mucho de química supramolecular y podemos coger moléculas pequeñas funcionarizarlas adecuadamente y hacer objetos grandes. Estamos en buena disposición para hacer nanociencia”, se congratula Nazario Martín, quien en la actualidad desarrolla un proyecto innovador en este sentido con el físico David Ecija y su equipo.
Un mundo de aplicaciones
Las aplicaciones ya comienzan a ser espectaculares. Martín, para concluir, se centra en una, en la “nanomedicina”. Según explica, ya está en fase clínica el tratamiento de tumores por hipertermia. Nanopartículas magnéticas se introducen en el cuerpo humano, rodean el tumor, y se someten a corrientes magnéticas. “Se cura desde dentro”, simplifica el profesor Martín. Es solo un ejemplo de lo que la nanotecnología va a ser capaz de desarrollar, es el futuro que ya empieza a estar aquí. Martín se despide pidiendo a navegantes que no dejen de apoyar la ciencia, que no la olviden tras la pandemia, que no inviertan solo cuando vienen bien dadas, que solo con la inversión permanente estaremos preparados para la siguiente emergencia sea del tipo que sea. Porque la ciencia hoy está en todos los campos y también tiene que estarlo en el de la política. Las decisiones tienen que estar apoyados en datos, en evidencias... en ciencia. “Como todos me conocen muy bien y saben lo que voy a decir, creo que ya he dicho bastante”.