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Padura hizo un recorrido por la historia de la novela negra

Leonardo Padura subraya el giro hacia la denuncia social de la novela negra

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 15 jul 2024 16:46 CET

“Novela policial, ¿novela social?” El premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, Leonardo Padura, uno de los principales autores actuales de la novela negra en español, no duda en dar respuesta al título de su conferencia: hoy la intriga ya no es el motor de la novela negra, sino que son otros elementos, la mayoría de denuncia social, los que la caracterizan. Lo ha explicado en los Cursos de Verano de la UCM en San Lorenzo de El Escorial, en la inauguración de “Futuros de la novela negra”, curso, dirigido por el profesor Carlos Fortea, en el que comparte sesiones con Lorenzo Silva y Rosa Ribas. En su caso, acción y denuncia comparten escenario: Cuba.

Padura estructura su conferencia a semejanza de una novela negra actual. A partir de un argumento central, la propia historia de la novela negra, va mostrando una situación social que, como hace en cada una de sus novelas, no quiere dejar de denunciar. Para ello, se erige él mismo en protagonista. Así, cuenta el escritor que a su edad debería estar ya disfrutando del dolce far niente de la jubilación, pero eso en su Cuba natal, en la que aún reside, es imposible. Dice que a su isla le atan dos cosas. La primera son dos mujeres: su madre, de 96 años, y su suegra, de 86. La segunda es su deseo, quizá necesidad, de no alejarse de su lengua, en la que habla y escribe, de esa forma particular de hablar el español que hay en cada lugar de América Latina, que él no quiere perder. “No quiero terminar una conversación diciendo “vale” como hacen en España, en lugar de “okey” o “está bien como decimos los cubanos". Cita otro ejemplo: "Si en Chile dices que quieres coger una guagua, acabas en la cárcel. En Cuba tampoco lo puedes decir, pero es porque la guagua ya nunca llega", ríe a la vez que denuncia.

 

No alejarse de su isla, aunque sus autoridades en más de una ocasión hayan intentado alejarle a él, le permite continuar sabiendo de lo que habla, de cómo su país ha ido cada vez a menos. De cómo sus irrisorias pensiones -que no llega a 2.000 pesos en el caso de su madre, con los que “ni siquiera le da para comer un huevo cada dos días”- y sus escasos sueldos, han hecho de los cubanos unos verdaderos maestros en “estrategias de supervivencia”, que han convertido “la necesidad en la madre de la invención”. Padura explica que sus tres últimos libros no se han publicado en Cuba, pese a que su editorial española, Tusquets, como siempre ha hecho, ha cedido sus derechos al gobierno cubano para que los publique allí. “El motivo que dan es que no hay papel. Y me lo creo: ¡Cómo va a haber para papel, si no hay para huevos!”. Pese a ello, son muchos los cubanos que leen sus libros. Y es que “la piratería en Cuba es una maravilla. Y así debe ser porque es la única manera de que haya libertad”.

 

Padura remonta el origen de la literatura negra o policial a comienzos del siglo XIX, en concreto a Walter Scott, y sitúa su primera cumbre en Arthur Conan Doyle y su Sherlock Holmes. Considera que el nacimiento de los estados-nación y la creación de sus estructuras policiales, hicieron emerger este, entonces, “subgénero literario”, que en su primer siglo de vida fue conquistando a sus lectores a través de historias seriadas que se publicaban en los periódicos. Eran historias siempre con una misma estructura: un acontecimiento que iba en contra de la ley, su investigación y su resolución. Sin mayores pretensiones.

 

Fue tras la I Guerra Mundial y precisamente en el país que más fortalecido salió de ella, Estados Unidos, donde la novela negra empezó a adquirir tinte social. Lo hizo gracias a una prohibición, la de consumir alcohol, que hizo surgir historias de gangsteres, crimen y corrupción. Dashiell Hammet y su Halcón Maltés, primero, y su discípulo, Richard Chandler, y su complejo detective Philip Marlowe, dieron un salto al “subgénero”, que el cine supo aprovechar y potenciar hasta cotas de popularidad impensables hasta entonces.

 

El siguiente salto hacia lo social de la novela policiaca lo sitúa Padura en los años 60, con Chester Himes, “autor negro que hizo que los detectives por primera vez fueran negros”, o Truman Capote, y su A sangre fría y su violencia desmedida. Fuera de Estados Unidos, el italiano Leonardo Sciascia y sus historias de la mafia, y el brasileño Rubem Fonseca, que muestra lo que esconde Río de Janeiro, refuerzan esa nueva intención de la novela negra de utilizar el crimen como excusa de algo más. En España esa misma línea la siguen a mediados de los 70 autores como Manuel Vázquez Montalbán, que le da matices políticos; Juan Madrid, de mayor tinte social, o González Ledesma, quien incide en lo relacionado con la memoria.

 

Todo este giro hacia lo social ha logrado, como destaca Padura, que aquel “subgénero” que se publicaba por capítulos en los periódicos, hoy sea un género literario más, al mismo nivel que cualquier otro, y que la misma editorial trate igual a Muñoz Molina, "que a veces también hace novela negra", que a Lorenzo Silva o Rosa Ribas, o que escritores como él reciban las más altas consideraciones y premios. Y todo ello gracias a los lectores que siempre la han acompañado en todo este proceso.

 

Padura finaliza su conferencia en el mismo lugar donde la inició, en Cuba. El régimen castrista ha utilizado la literatura como una herramienta más para conseguir sus fines. En el caso de la novela negra la convirtió en una “novela policial revolucionaria”, de muy baja calidad y siempre con un tono moralizante. En ese contexto, Padura se forma en la Universidad de La Habana, trabaja de periodista y lee, sobre todo, lee: Hammet, Chandler, Vázquez Montalbán, Sciascia… Su primera novela, “Pasado perfecto”, en 1990, ya deja ver que su intención es otra, que no hay una moraleja tras la acción, sino una denuncia. “Que el malo sea un viceministro ya era una gran diferencia”, señala con una sonrisa. También el protagonista, el investigador Mario Conde, rompe con el modelo establecido y se acerca más a la complejidad de Philip Marlowe o al Pepe Carvalho, de Vázquez Montalbán. Tres décadas y media después, Padura sigue trabajando esa misma línea y, como cuenta, su próxima novela, que está ultimando en este viaje a España, denunciará las problemáticas y frustraciones de su generación, la nacida en los primeros años o poco antes de la Revolución, que hoy sigue abocada a diseñar “estrategias de superviviencia” para comer algo más que un huevo cada dos días.