CV / CIENCIA

Carlos César Álvarez, Cecilia Hernández, Javier Gregori, Santa Martínez y Carmen García

Los Cursos miran un año más hacia el infinito desde Robledo de Chavela

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 10 jul 2024 20:02 CET

Un año más, y van seis, los Cursos de Verano de la Complutense han extendido sus alas hasta Robledo de Chavela, para desde allí, bajo el influjo de las antenas del Madrid Deep Space Comunication Center de la NASA, mirar hacia el espacio, el lugar de las mayores conquistas tecnológicas y los misterios infinitos. En esta ocasión, la mirada ha tenido un doble enfoque. El primero, movido por las ansias del conocimiento y del saber científico, ha analizado el nuevo paradigma de la formación de las galaxias que está generando los datos que llegan desde el telescopio espacial James Webb, toda una revolución que está reescribiendo la historia del Universo. El segundo, más relacionada con el ímpetu humano de trascender de nuestro planeta, se ha centrado en algunas de las actuales misiones espaciales, fruto en su mayoría de la colaboración entre distintas agencias, que se dirigen desde la Luna hasta Mercurio, y, claro está, hasta el infinito y más allá.

 

El curso, un año más ha sido dirigido por sus almas mater, Carmen García García, del Ayuntamiento de Robledo de Chavela, y por el doctor complutense Carlos Cesar Álvarez Nebreda. En esta ocasión, además, han encontrado un “ayudante” de excepción, el periodista científico Javier Gregori, quien ha tomado las riendas de las presentaciones y debates para sacar hasta la última gota de interés de cada una de ellas. Además, Gregori protagonizó, como colofón de la primera jornada, uno de los grandes momentos del curso, al recitar, en un espectáculo titulado “Poesía y estrellas” una selección de poemas, dedicados por él mismo al cosmos, acompañado por la música compuesta por el pianista César Guijarro.

 

En las cinco ediciones anteriores de este curso de verano, las misiones espaciales han sido sus protagonistas. De hecho, hay que recordar que esta colaboración entre Ayuntamiento, NASA y UCM nace en 2019 para conmemorar los 50 años de la llegada del hombre a la Luna y la recepción de la primera señal del alunizaje de la Apolo XI, a través de una de las antenas, la 66, ubicada hoy en el complejo espacial de Robledo, y entonces, en 1969, en la cercana localidad de Fresnedillas de la Oliva. Para no romper la costumbre, las misiones han vuelto a tener su papel protagónico en el curso, tras una primera jornada dedicada a dar a conocer –“con enorme precisión, pero de manera muy divulgativa”, como señala la directora, Carmen García- la revolución que están suponiendo los datos que está recogiendo el telescopio espacial James Webb en las distintas teorías sobre la historia del universo y, más en concreto, en la formación de las galaxias.

 

El matiz que ha introducido en esta ocasión el curso a su mirada a las misiones espaciales es el de la creciente colaboración entre agencias. Si en los años 60 del pasado siglo, la NASA, por parte estadounidense, y Roscosmos, por parte rusa, lucharon de manera encarnizada por el liderazgo espacial, desde entonces la cooperación se ha ido imponiendo, uniendo a la idea de repartir los esfuerzos económicos, el indudable beneficio para la ciencia que supone el trabajo global en equipo. No obstante, como recordó Javier Gregori, como punto de partida a la mesa redonda que cerró la jornada, las últimas noticias no avanzan en esa misma dirección con el reciente acuerdo de colaboración alcanzado entre Roscosmos y la agencia espacial china, que parecen volver a reestablecer la competencia entre dos bloques.

 

La jornada ha contado con representantes de la Agencia Espacial Europea (ESA), de la recién creada Agencia Espacial Española (AEE) y de la NASA. Santa Martínez, ingeniera española de la ESA, ha detallado la misión BepiColombo, de la que ella es responsable. Se trata de una colaboración entre ESA y la Agencia Espacial Japonesa (JAXA), con el objetivo de poner un satélite en la órbita de Mercurio. La misión se lanzó en octubre de 2018 a bordo del Ariane 5, y tras más de 6 años de viaje, está previsto que en 2025, si todo sale bien, se sitúe en la órbita del planeta más cercano al Sol. Mercurio es conocido en el argot de la investigación espacial como el “Planeta de los misterios”, ya que precisamente por su proximidad al sol, que impide su observación directa de manera nítida, es de los menos explorados. Sus imágenes proceden de misiones que han pasado cercanas al planeta, como la Mariner 10, en 1973, y la Messenger en 2004, ambas de la NASA. BepiColombo pretende aportar conocimiento sobre Mercurio tanto en cuanto a su estructura interna como a su campo magnético -captado por la Mariner 10 contra la creencia de la época- o a buscar explicaciones, por ejemplo, a la presunta existencia de zonas heladas -como hacen creer la existencia de estructuras brillantes en algunos cráteres- en un planeta que llega a alcanzar temperaturas de 450ºC, aunque también de -180ºC.

 

Santa Martínez explicó que la misión BepiColombo -en la que han colaborado más de 30 empresas de 12 países- tiene como principal reto operativo ser capaz de reducir su velocidad para ser capturada por la gravedad de mercurio y escapar de la del Sol. Por ello, prácticamente desde su lanzamiento en 2018 tiene que llevar a cabo desaceleraciones. La próxima maniobra de frenado se realizará el 5 de septiembre. Si todo funciona, dentro de un año, los dos orbitadores -uno de la ESA y otro de la JAXA, que viajan en la misión- estarán ya recogiendo datos en sus órbitas alrededor del "planeta de los misterios".

 

También se ha hecho esperar bastante -Javier Gregori apuntó que lleva 25 años preguntando por ella a todos los ministros que han tenido competencias sobre ello- la creación de la Agencia Espacial Española (AEE). Finalmente lo hizo el pasado año, concretamente en el BOE del 7 de marzo, y cuenta con sede en Sevilla y unas competencias que, en principio, son sólo de gestión, es decir que descartan la puesta en marcha de misiones propias. Sea como sea, y de acuerdo a la descripción de la AEE que hizo Cecilia Hernández Rodríguez, jefa de su Departamento de Ciencia y Exploración, su creación supone un antes y un después y una magnífica noticia para un sector que ya de por sí ha evolucionado de manera espectacular en las últimas décadas. De hecho, como recordó, España es uno de los pocos países que tiene en la actualidad capacidad para realizar un ciclo satelital completo, es decir, fabricarlo, lanzarlo y operarlo. La idea es potenciar aún más el sector y la colaboración de nuestro país con el resto de agencias, en especial, claro está, con la ESA.

 

Y por último, y como en cada una de estas seis ediciones de cursos en Robledo, no podía faltar la presencia en el Centro Cultural El Lisadero de Robledo del Madrid Deep Space Comunication Center (MDSCC) de la NASA, en esta ocasión representado por su propio director, Moises Fernández. La estación espacial de Robledo de Chavela, como popularmente se la conoce, es uno de los tres complejos que la NASA tiene en el mundo -junto a los de Camberra (Australia) y Goldstone (California, Estados Unidos)- con antenas capaces de conectar con cualquier misión espacial situada incluso en el denominado “espacio profundo”, es decir, fuera del sistema solar. Por supuesto, también envía y recibe datos con misiones situadas más cerca, como, por ejemplo, las enviadas a Marte y a otros planetas de nuestro sistema e, incluso, a la Luna.

 

El director del MDSCC ofreció algunos datos sobre dos próximas misiones de NASA: la Europa Clipper, que partirá este próximo 10 de octubre a bordo del cohete Falcon Heavy de Space X camino de la luna de Jupiter, Europa, a donde llegará en abril de 2030 tras recorrer 12.600 millones de kilómetros; y ARTEMIS, que tras el éxito de su misión 1, no tripulada, lanzada en diciembre de 2022, abordará en los próximos años sus etapas 2 y 3. Para ARTEMIS 2 ya hay astronautas elegidos, aunque no pisarán suelo lunar; posiblemente despegarán en septiembre de 2025, tras varios retrasos -estaba prevista en noviembre de 2024-, mientras que para ARTEMIS 3, la que volverá a situar al ser humano en la superficie lunar, habrá que esperar posiblemente hasta 2027. No obstante, como recordó Moises Fernández, el objetivo de las misiones ARTEMIS no es el mismo que el de los Apolo de los años 60, y la presencia del ser humano en nuestro satélite es sólo un paso más en el objetivo de establecer una infraestructura espacial permanente en su superficie e incluso en su órbita, como plataforma de lanzamiento de futuras misiones a Marte. De hecho, las ARTEMIS 4, 5 y posteriores, está previsto que se lancen a través de un propulsor más potente que el actual, lo que permitirá transportar materiales para esas futuras estaciones.