Luis Mateo Díez: “Soy una persona que ha llegado a la ancianidad en la inocencia más absoluta, y eso me da la seguridad de que no he escrito todavía mis mejores novelas”
Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 30 jun 2025 13:26 CET
La filóloga y académica de la RAE, Ángeles Encinar, dirige el curso de verano de la UCM “Contar y vivir: el universo narrativo de Luis Mateo Díez”. Aunque el Premio Cervantes 2023, en principio, no va a impartir ninguna ponencia en el seminario no ha querido perderse unas jornadas en las que se va a hablar de su vida y, sobre todo, de su extensa obra.
Con cerca de treinta inscritos, el curso se ha diseñado a partir de unos conceptos tan atractivos como las geografías simbólicas, la clarividencia o el arte de cruzar fronteras en la literatura de Luis Mateo Díez. ¿Cómo ha sido la elaboración de este programa?
Ángeles Encinar: Este curso surge de la idea de que la obra de Luis Mateo Díez es una de las más importantes en el momento actual en el panorama literario, y esto lo demuestra que ha obtenido el premio Cervantes en el año 2023. Además, es un escritor prolífico y su obra sigue ampliándose, ya que sacó en 2024 un volumen de relatos, Voces del espejo, y una novela nueva, El amo de la pista. Sabiendo que sigue con otros proyectos, me parece interesante ampliar las perspectivas y volver a revisar su obra con una visión nueva, y para eso me parecía ideal traer a expertos extranjeros y españoles, que pudiéramos combinar diferentes visiones.
Ha mencionado la directora del curso lo prolífico de su obra. Una de las sesiones se denomina “escritura desatada”. ¿Define ese adjetivo su manera de trabajar?
Luis Mateo Díez: Está bien el término de “escritura desatada” porque da impresión de profusión y de vitalidad, y siempre escribo manteniendo el reto de hacer eso, en un intento de descubrimiento de cosas nuevas pertenecientes a mi mundo. Aparte de eso, reconozco que sí soy prolífico, y no sé si es un don o no, porque es algo que no se relaciona con la calidad, la cantidad es otra cosa. Hay grandes escritores prolíficos, muchos de los más grandes, desde Galdós a Tolstoi, y hay otros escuetos que con dos cosas cumplieron el trámite de ser admirables como Rulfo y tantos otros. Yo creo que soy prolífico por necesidad, soy muy vitalista y entre la vida real y la vida de la ficción, de lo imaginario, hay como un reto, un descabalamiento que a mí me hace vivir más intensamente en lo que invento que en lo que vivo. A lo mejor no es lo mejor que me podía haber pasado en la vida.
Bueno, no parece que esa manera de vivir le haya ido mal.
L.M.D.: No, no puedo quejarme (risas).
Conocemos muchos de sus autores de referencia como Valle Inclán, Conrad o Simenon. En ese descubrimiento del que acaba de hablar, ¿sigue incorporando autores nuevos?
L.M.D.: Hombre, la edad te hace ir perdiendo la curiosidad. La edad es un destino irremediable, sobre todo la vejez. Dicen que lo que acumulas es mucha experiencia, aunque yo no estoy completamente seguro de ello, pero en la previa de la curiosidad sí que hay una especie de necesario reencuentro con todo lo que descubriste antes. La curiosidad a lo mejor ahora me hace estar un poco más perdido en lo que está sucediendo y más reconcentrado en lo que puede alimentarme más intensamente para lo que quiero seguir haciendo. Por otro lado, aunque no lo sé seguro, creo que vivimos en un mundo en el que las curiosidades a veces son bastante frustrantes. Y en eso sí, fíjate, yo tengo un poco la sensación de que ser ya un anciano, que es lo que soy y me gusta ser, pues hay una cierta incitación al refugio. Cuando eres muy mayor parece que donde mejor estás es en casa y sin que nadie te moleste, o sea, buscando esa única felicidad que da la tranquilidad. Pero bueno, leo mucho, claro, y lo que sí tengo son, como se demuestra en este curso, extraordinarios estudiosos, y esos sí que han alimentado y siguen alimentando mi vida de escritor. En eso soy un auténtico privilegiado.
¿Se relee a sí mismo?
L.M.D.: A veces cojo un libro mío, lo abro y leo una página. Es terrible. Eso no lo recomiendo en absoluto, aunque ese tipo de riesgo a mí sí que me gusta hacerlo. Y la verdad es que, hombre, no voy a decir que siempre me complazco en leerlo, pero con frecuencia sí que tengo la sensación de pensar: “Esto no lo he escrito yo”. Hay una cierta sensación de desconocimiento de lo que has hecho. Lo cual, bueno, es entretenido.
Tiene cierta lógica porque lleva muchos libros publicados, más de 50, y es evidente que una persona va cambiando a lo largo de su vida.
L.M.D.: Una de las preguntas más comprometidas que me pueden hacer es: “¿Cuántos libros has escrito?”. Es que no lo sé exactamente. Tengo alguna idea de los títulos, puedo llegar a unos cuantos, aunque tampoco eso quiere decir que esté, diríamos, hundido en el peso de lo que he hecho. Yo creo que lo que he escrito es un factor impresionante para mí, de haber cumplido retos y de saber que, por muchos que sean, todavía me quedan algunos. Eso me hace pensar en otra cosa, porque yo soy muy iluso, soy una persona que ha llegado a la ancianidad en la inocencia más absoluta, y eso me da la seguridad de que no he escrito todavía mis mejores novelas. Con 83 años poder decir eso es como un consuelo un poco inocuo.
Á.E.: Está muy bien que se plantee nuevos desafíos, pero decir que no ha escrito sus mejores novelas, eso no puede ser verdad. Tiene La ruina del cielo, que yo creo que es lo mejor que se ha escrito en la literatura española de las últimas décadas. Con esa novela ganó el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica en 1999 y no hay una obra que pueda llegar a esa cima literaria, sinceramente, entre los prosistas.
¿Por qué lo considera así?
Á.E.: Porque es una novela totalmente innovadora en cuanto a la estructura, es una novela compuesta en cuanto a la temática, refleja un mundo personalísimo y con un dominio de la palabra que pocos escritores han logrado. De manera que yo creo que ya ha tenido una cima muy alta. Ahora, otra cosa muy positiva es que él se siga planteando retos y desafíos.
L.M.D.: Por eso da gusto venir a San Lorenzo de el Escorial a un curso de verano con expertos como Ángeles, que es una de mis grandes lectoras. No sé si es verdad todo lo que dice, pero suena muy bien (risas).