CINE
"Múnich en vísperas de una guerra", de Christian Schwochow
Texto: Ángel Aranda - 1 feb 2022 11:19 CET
Los amantes de las películas sobre la II Guerra Mundial cuentan con una nueva historia en las carteleras, pero también en alguna de las plataformas televisivas que durante los últimos tiempos ofertan películas casi de forma paralela a su estreno en las salas de cine. Múnich en vísperas de una guerra se centra en relatar con ciertos elementos de espionaje y suspense, un episodio trascendental que tuvo lugar un año antes del inicio del conflicto armado más devastador de la historia, y lo hace para mayor gloria del Reino Unido y de uno de sus jefes de gobierno más controvertidos: Neville Chamberlain.
A finales de 1938, Adolf Hitler se prepara para invadir Checoslovaquia con el objetivo de anexionar a Alemania el territorio de Los Sudetes, mientras que el primer ministro británico se esfuerza por encontrar una solución pacífica al conflicto. Chamberlain (Jeremy Irons), viaja a Múnich con una delegación diplomática en la que se encuentra el joven secretario de su gabinete, Hugh Legat (George Mckay), para mantener una reunión de urgencia con el propio Hitler (Ulrich Matthes); el dictador italiano, Benito Mussolini y el jefe del Gobierno francés, Édouard Daladier. Una vez allí, el joven funcionario inglés, Hugh Legat se entrevista con un antiguo amigo alemán de su época universitaria en Oxford, Paul von Hartmann (Jannis Niewöhner), un diplomático anti nazi con quien trabaja para evitar la guerra inminente, en medio de un complot político y un juego de espías tan peligroso para sus vidas como significativo para la paz mundial.
El director alemán Christian Schwochow (Al otro lado del muro, La lección de alemán) dirige de forma solvente la película con el pulso firme que le garantiza un buen reparto, y gracias también a un notable guion que lleva la firma de Ben Power y está basado en la novela Múnich, de Robert Harris. La ambientación cuida cada detalle y traslada al espectador a escenarios conocidos tanto británicos como alemanes, complementando una historia que, más que ahondar en el hecho histórico en sí de los Acuerdos de Múnich, repara en la peripecia y en la voluntad de unos pocos por evitar la catástrofe que se avecinaba durante aquellos días.
El relato está bien contado sin recurrir a demasiados fuegos de artificio, introduce al espectador en el desarrollo histórico de los acontecimientos y para aderezarlo logra encajar la tensión del suspense y del espionaje, lo que le otorga un mayor atractivo a la realidad pura y dura de los hechos, algo anodinos a pesar de su importancia.
Para ello, se renuncia a las figuras de Mussolini y Daladier, otorgándole una mayor solvencia al protagonismo tanto del Chamberlain interpretado por el veterano Jeremy Irons como a la parte más joven de elenco, George Mckay (1917, El secreto de Marrowbone) y el alemán Jannis Niewöhner (El caso Collini, El desertor), dejando los papeles femeninos en un apartado bastante secundario a excepción del personaje que interpreta Sandra Hüller, Hellen Winter, una funcionaria alemana que ayuda a Paul von Hartmann a intentar desbaratar los planes de Hitler para Europa.
Por otra parte, las dos horas del metraje se antojan un poco largas, aunque lo entretenido de la historia hace que no incidan de forma excesivamente negativa a la hora de valorar el conjunto, un producto más que digno con algún exceso chauvinista que intenta arrimar el ascua a la sardina de los británicos, pasando por alto algunos aspectos que con el transcurso del tiempo hicieron de los Acuerdos de Múnich un resultado no tan exitoso como intenta transmitir la película. El pacto final consistió en entregarle a Hitler su deseado territorio de los Sudetes, con Checoslovaquia como convidado de piedra. Sin un solo disparo, eso sí, pero posponiendo tan solo un año el inicio de la guerra, según muchas voces por no haber sabido frenar al dictador alemán en la ocasión perdida de Múnich.