REPORTAJE
Noventa años de La Barraca, un proyecto que todavía puede inspirar la educación teatral de los jóvenes
Texto: Jaime Fernández - 13 jul 2022 15:49 CET
Javier Huerta, creador del ITEM-UCM (Instituto del Teatro de Madrid), y Julio Vélez, actual director del ITEM, son los responsables del curso “Ante los 90 años de La Barraca: Teatro, universidad y la creación de un repertorio nacional”. La Barraca nació, no de las manos de Federico García Lorca, como se piensa habitualmente, sino de un grupo de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid (la actual Complutense) que decidió, tras una conferencia en la Facultad de Pedro Salinas, crear un aula de teatro al estilo de otras universidades inglesas, francesas y americanas.
Menos de un año después de aquella conferencia de Salinas, en octubre de 1931, se propuso la creación de La Barraca. En principio, de acuerdo con Javier Huerta, los más involucrados fueron los estudiantes de Filosofía y Letras, aunque también los de Arquitectura, que propusieron la construcción de una barraca física, para tener un lugar fijo para interpretar teatro.
Los estudiantes, “un tanto perdidos sobre qué interpretar”, invitaron a Eduardo Ugarte y Federico García Lorca para que les dirigiese, y así es en ese 1932, cuando comienza la andadura definitiva del grupo. Lorca decidió que nada de clásicos griegos ni latinos, ni tampoco obras modernas (aunque luego interpretarían algunas) y que lo ideal sería centrarse en clásicos como Calderón y Cervantes.
Explica Huerta que “cuando se fundó el ITEM, la Barraca era una especie de norte para los objetivos, entre los que estaba la creación de un aula de teatro, y eso es algo que ya está dando sus frutos”. Entre esos resultados está la puesta en escena de las mismas obras que La Barraca, como El auto sacramental de la vida es sueño, de Calderón, y los Entremeses cervantinos. Este curso de El Escorial tiene una parte práctica y va a incluir la representación de Cervantes, mientras que a Calderón lo dejan para el curso, complementario a este, que se celebrará en agosto en la UIMP.
De acuerdo con Huerta, con aquellas obras La Barraca tuvo éxito tanto en la España rural como en la urbana, aunque sobre todo tuvo éxito en el mundo universitario, ya que Salinas era el rector de la universidad de verano de Santander, que también cumple 90 años en 2022, y desde allí hizo que tuviera una gran proyección.
En 1935 Lorca abandonó el grupo y acabó oficialmente la historia de La Barraca, aunque no su legado que llega hasta hoy, tanto es así que Julio Vélez reconoce que el ITEM desarrolla un proyecto de investigación escénica con los estudiantes del máster y del doctorado de la UCM inspirado en aquel teatro universitario.
Es cierto, por tanto, que La Barraca siempre ha estado unida a la Universidad Complutense, aunque cuando se abrió la Facultad, el paraninfo no estaba acabado, así que “tuvo que inaugurar su programación en el Teatro María Guerrero, un espacio mucho mejor que el de la Facultad, que en principio no estaba pensado como teatro, sino como un espacio para conferencias y actividades docentes, pero que al final se convirtió en un espacio teatral emblemático, con estrenos como Esperando a Godot”.
90 años de la Barraca. ¿Conmemorarlo es nostalgia, historia o es un proyecto que todavía tiene vigencia?
Javier Huerta: Sigue teniendo interés, no es sólo nostalgia, aunque es cierto que las circunstancias han cambiado muchísimo desde hace noventa años y ya no hay ahora nadie que piensa que va a llevar a un pueblo virgen, a unos espectadores vírgenes, obras que le van a impactar. Este curso es fundamentalmente un rescate histórico, porque en el ámbito universitario sí que creo que sigue teniendo vigencia y sigue sirviendo de ejemplo a los estudiantes.
Julio Vélez: Yo opino que sí se puede hacer algo más por la educación teatral de los jóvenes, aunque es cierto que echo en falta una labor equivalente de divulgación del teatro en general entre el público joven a la que se hizo en la época de La Barraca. El teatro del pueblo tenía la base de llevar teatro a gente que jamás lo había visto, y dentro de eso La Barraca era una opción muy culta. Hoy se pueden llevar clásicos a los públicos juveniles por medio de las tecnologías que entienden, como el Tik Tok, y esa puede ser una entrada interesante para todos los públicos.
Comenta Javier Huerta que La Barraca sigue siendo un ejemplo para los estudiantes.
J.H.: Claro, porque en principio son los mismos, gente con inquietud, que se asombra por lo nuevo, aunque ahora es cierto que desde los cuatro años están con el móvil y cada vez resulta más difícil inquietarles, igual que resulta más difícil llevarles a una conferencia. Yo diría que uno de los grandes éxitos de la universidad actual es la Universidad de Mayores, que es donde mejor me lo paso, porque han visto toda la programación de Estudio 1 y tienen mucha cultura teatral. Quizás, y sólo quizás, hay un desfase entre lo que enseñamos los académicos y lo que les interesa a los más jóvenes, al menos a la mayoría, y eso me preocupa mucho.
Precisamente vosotros estáis rodeados de jóvenes, tanto en la Complutense como en el ITEM. ¿Cuál es el interés de la juventud por el teatro?
J.H.: Tengo mis dudas. Cuando entras en un teatro nacional hay muy poco público joven que vaya al teatro, así que ahora mismo son los mayores los que sustentan la cultura.
J.V.: Yo soy más optimista, no antropológico, pero casi. Hay obras, como las que estamos haciendo de La Barraca que están funcionado estupendamente. Las representaciones de Cervantes y Calderón las hacemos con estudiantes del máster en Teatro y Artes Escénicas, que al terminar se independizan y tienen su propia compañía, que sigue viva, con la obra, y teniendo bastante repercusión. La de Cielo Calderón ha tenido un inicio espectacular, con dos días en el fin de semana principal del Festival de Almagro y además con ovación en pie.
Así que, ¿cuando llega al público, sí que gusta?
J.V.: Claro, pero el problema principal que tiene el sistema teatral en España es que la mitad de los ingresos están en la Comunidad de Madrid y un 30% están en Cataluña. El resto del país se reparte un escaso 20%, y ese es un problema fundamental, porque hay muchos pueblos e incluso capitales de provincia importantes, históricamente importantes en el teatro como Sevilla, Valencia, Bilbao o Valladolid, que se están repartiendo migajas. Ahí las compañías pequeñas tienen dificilísimo sobrevivir, así que se está intentando llevar, por un sistema de digitalización, a compañías pequeñas para que puedan preparar obras para que se vean en la pantalla y que sirvan de anzuelo para que luego el público vaya a lo presencial. O colocar QR en espacios patrimoniales importantes donde se vean puestas en escena relevantes que se han hecho dentro de esos mismos espacios. Creo que hay mucho, mucho por hacer.
J.H.: El problema es de educación, porque si quitas las humanidades del bachillerato estás quitando la base para entender el teatro. Luego no puedes llevarles, porque pasa que se aburren, que no miran la obra. Yo iba al teatro por mi cuenta y riesgo, no porque me llevara nadie, yo creo que está muy complicado el asunto.
J.V.: Lo que realmente está salvando al teatro es la presencialidad, que es algo que no te pueden dar las tecnologías.
¿Llegaremos a celebrar, con interés, el 100 aniversario de La Barraca?
J.V.: Eso seguro, y lo haremos con ganas y con ilusión.
J.H.: Hubo un proyecto muy bonito que fue Las huellas de La Barraca, que contó con 300.000 euros de presupuesto, y tuvo mucho éxito, y además no iba a ningún público dirigido. Iban a Astorga o a Tordesillas y ponían la obra en la plaza e iba quien quería, y eso funcionaba muy bien.
J.V.: Y además con actores jóvenes, porque aquello era teatro universitario.
J.H.: En aquel momento yo vi la esperanza del teatro, y la sigo viendo, en Hispanoamérica, porque tienen mayor aprecio a los clásicos que nosotros.