REPORTAJE

Una estudiante de terapia ocupacional pasea, por la Facultad de Medicina, con el traje simulador de edad

El traje de 17 kilos que sirve para entrenar en empatía

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel - 14 nov 2023 18:50 CET

¿Cómo se siente una persona que tiene limitaciones físicas y sensoriales? ¿Qué restricciones tiene una persona mayor que ve y escucha mal y cuyas articulaciones ya no son lo que eran? Investigadores clínicos, especialmente aquellos que tienen trato con pacientes, se han hecho esa pregunta y han intentado encontrar la respuesta, y una de ellas ha sido el diseño de un traje de simulación de envejecimiento y discapacidades. Una de esas investigadoras es María Luisa Delgado, coordinadora del Máster Universitario en Salud, Integración y Discapacidad de la Facultad de Medicina, quien ha puesto en marcha, tanto para los estudiantes de máster como para los de cuarto año de grado de Terapia Ocupacional, el proyecto de innovación educativa “Entrenamiento en empatía: Aplicación de un traje simulador de edad como metodología docente para estudiantes de ciencias de la salud”.

 

En el aula de habilidades de terapia ocupacional, de la Facultad de Medicina, un grupo de estudiantes están comprobando en primera persona lo que es estar en la piel de las personas mayores, y para eso se han puesto un traje que limita todas sus actividades físicas y sensoriales.

 

Los estudiantes trabajan en parejas que van rotando de sesión en sesión, así mientras uno va evaluando a su compañero el otro se viste el traje que pesa un total de  17 kilos, dividido en diez el chaleco, dos kilos en cada uno de los lastres de los pies y un kilo y medio en cada una de las muñecas. A eso se suman un collarín, coderas y rodilleras que limitan el movimiento, así como unos guantes para reducir sensibilidad y unas gafas oscuras y unos cascos que limitan muchísimo la audición. A lo largo del proyecto de innovación educativa se incluirán más dispositivos, como un sensor que simula párkinson y unas gafas que simulan cataratas y degeneración macular.

 

En el recorrido, por el que pasarán los cincuenta y siete estudiantes de la asignatura de Práctica Clínica II: Intervención neurocognitiva y social, cuentan en todo momento con la ayuda de la propia Maria Luisa Delgado, así como de Cruz Rodríguez Rodríguez y Sergio Martínez Zujeros, profesores de dicha asignatura. En el caso de los estudiantes de máster en Salud, Integración y Discapacidad, estarán tutorizados además por los docentes José Pulido Manzanero y Lucía Cea Soriano, de la asignatura Salud, Enfermedad y Calidad de Vida.

 

La actividad se ha dividido en ocho estaciones, de seis minutos cada una. Gran parte de ellas se basan en la conocida como Escala de Tinetti, que se ideó para evaluar la movilidad de las personas mayores y que mide tanto el equilibrio como la velocidad de marcha. A ellas se suman ejercicios de dinamometría, para ver la fuerza de la mano; de vestido y desvestido de una bata y un pijama de hospital para comprobar la dificultad de hacerlo con los movimientos limitados; de medición goniométrica para medir el grado de flexión, abducción y extensión de articulaciones como el hombro, el codo, la muñeca, la rodilla, el tobillo y la cadera; de una prueba cognitiva que relaciona números y símbolos, y de una de transferencias de una silla de ruedas a una taza del váter o a la bañera.

 

Dejar atrás los prejuicios

Informa Delgado de que varios estudios sugieren que “los estudiantes, por su condición de persona joven, a veces tienen una comprensión restringida de las capacidades, limitaciones o necesidades, derivadas de la situación funcional de las personas mayores, así como de las personas con discapacidad”. De ahí que “las metodologías y las herramientas docentes diseñadas para fomentar la empatía se están introduciendo cada vez más en los planes de estudios de las titulaciones de ciencias de la salud”. Y entre esas iniciativas las más eficaces son las simulaciones inmersivas y experiencias vivenciadas como este traje que permite “ponerse en la piel de un paciente” y “ver el mundo a través de sus ojos”.

 

De acuerdo con la coordinadora del máster, esta actividad del traje “está diseñada para fomentar la empatía”, sobre todo entre los estudiantes de cuarto, que ya están todos haciendo prácticas en diferentes centros, incluyendo residencias de personas mayores. Aclara Delgado que, de todos modos, como son jóvenes, las limitaciones de movimiento que supone el traje no les afectan como lo harían a una persona mayor, aunque sí se quejan de las restricciones auditivas y visuales. A raíz de la experiencia, una parte de este trabajo, que derivará en una investigación, quiere saber si realmente este traje simula el envejecimiento y si lo hace, con qué edad se podría equiparar.

 

Los estudiantes, antes de ponerse el traje, han rellenado un cuestionario de mitos estereotípicos de la vejez en el que tienen que decir qué opinan de las personas mayores, y tras participar en la actividad se les manda el mismo cuestionario al que se le añaden unas preguntas sobre su experiencia con el traje. De las primeras respuestas ya se deduce que los estudiantes aprenden que no pueden esperar que una persona mayor vaya rápido por la reducción de rango de movilidad en las articulaciones, y “cambian mucho su prejuicio sobre que los mayores son torpes”.

 

Así que, más allá de las investigaciones, los TFG y los TFM que surgirán en breve de esta experiencia, ya en los primeros compases se ve que se está cumpliendo el objetivo del proyecto, que no es otro que “mejorar la empatía de los estudiantes y aumentar la comprensión de las limitaciones, no solo desde el punto de vista teórico, sino también desde la experiencia en primera persona, y sensibilizar hacia un trato más humano, digno y centrado en la persona”.