CV / CIENCIA

Varias de las antenas del MDSCC, vistas desde su carretera de acceso

Robledo de Chavela celebra en los Cursos los sesenta años de la instalación de “las antenas de la NASA”

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 9 jul 2025 17:52 CET

El 15 de julio de 1965 se inauguró la estación de seguimiento espacial en Robledo de Chavela, las “antenas de la NASA”, como popularmente se las conocía. En estos sesenta años, por esas antenas -en la actualidad son seis, cuatro de ellas operativas- han llegado a la Tierra datos enviados desde el espacio, desde decenas de millones de kilómetros -entre ellos, los recibidos justo aquel día con la primera fotografía de Marte, tomada por la Mariner  IV- y han partido instrucciones hacia decenas de misiones, las últimas las incluidas en el programa Artemisa, con el que la agencia espacial estadounidense ha vuelto a la Luna. Como no podía ser de otra manera, los Cursos de Verano de la Complutense celebran estos 60 años de ciencia y sueños, dedicando a esta efeméride sus tradicionales jornadas en Robledo de Chavela, que ya cumplen 7 años y que en este han sumado un segundo curso a su oferta.

 

Un año más estas jornadas sobre la exploración espacial han estado dirigidas por Carmen García, agente de Desarrollo Local del Ayuntamiento de Robledo de Chavela, y por Carlos César Álvarez Nebreda, con la colaboración en esta ocasión del divulgador científico Enrique Teruel Soria -autor del blog “Mr. Gorsky”- y comisario hace unos años de la exposición "Apolo XI: De Madrid a la Luna" en la Fundación Telefónica de Madrid. Como explicó el propio Enrique Teruel, el curso -titulado “España en la exploración del universo: 60 años del complejo de comunicaciones del espacio profundo de NASA-España”- pretende hace un recorrido durante dos jornadas -9 y 10 de julio- por la historia, presente y futuro del MDSCC, Madrid Deep Space Communications Complex, como oficialmente se denominan las instalaciones de Robledo de Chavela, “y aprender de quienes lo han hecho posible”.

 

En esos “quienes lo han hecho posible”, como subraya Teruel, hay que incluir a los técnicos y al personal que han pasado por la estación de seguimiento durante estos 60 años, y, sobre todo, a sus directores, a quienes el curso ha sido capaz de reunirlos en estas sesiones, a excepción de los tres ya fallecidos: Manuel Bautista Aranda -que aunque formalmente no fue director del complejo de Robledo, fue el “padre” de las tres estaciones instaladas por NASA en las cercanías de Madrid a mediados y finales de los 60-, José Luis Fernández Domínguez, director de 1970 a 1981, y Agustín Chamarro Martínez, director de 2001 a 2005. Los otros seis sí han intervenido en las sesiones celebradas en el Centro Cultural Elisadero: José Manuel Urech Ribera, director de 1981 a 1999; Gregorio Rodríguez Pasero, de 1999 a 2001; Jesús Gimeno Ávila, de 2006 a 2009; Pablo Pérez Zapardiel, de 2009 a 2016; Ángel Martín Álvarez (intervino por vídeo), de 2016 a 2020, y el actual director, Moisés Fernández Álvaro.

 

¿Por qué NASA eligió Robledo de Chavela para instalar uno de sus tres únicos centros de comunicaciones con el espacio profundo? La pregunta la responde, sin dudar, José Manuel Urech Ribera, entonces un joven de la Junta de Energía Nuclear a quien, como hoy reconoce, esa decisión cambió su vida. La NASA se fijó en Robledo en primer lugar por su necesidad de tener antenas en un punto intermedio entre sus otros dos centros -Canberra, en Australia, y Goldstone, en California-, dado que el que hacía esa función entonces desde Sudáfrica por motivos políticos -inicio del apartheid- iba a dejar de formar parte de la red. Urech explica que se barajaron otros destinos, tanto en Italia, como en el Norte de África, pero que pronto las opciones se centraron en España, y tras descartarse diversas ubicaciones en Andalucía (Málaga y Sevilla), finalmente se decidieron por la zona próxima a Madrid. “Querían que estuviera lejos de una gran ciudad para evitar su luminosidad, pero no demasiado, ya que se necesitaba un aeropuerto internacional para el envío de personal y material”, concreta el ex director del MDSCC.

 

NASA firmó un acuerdo con el Gobierno español y con el INTA a principios de 1964, y en agosto de ese mismo año inició las obras del complejo de Robledo, al que enseguida se unieron otros dos, Fresnedillas -muy próximo a Robledo- y Cebreros, en Ávila. En menos de un año, el centro ya estaba operativo y dando servicio a la misión estrella de ese momento, la Mariner IV, que llegaba a Marte justo en esas fechas. Su antena de 26 metros alcanzó nada más inaugurarse una gran relevancia mundial, ya que por ella llegaron las 21 fotografías de Marte que envió a la Tierra aquella misión. Para hacerse una idea de la complejidad de aquellas recepciones de datos, Urech explica que las fotografías tardaban unas 8 horas en recibirse, a una velocidad de 8 bytes/segundo.

 

No obstante, la razón de la urgencia de la construcción de las tres estaciones en España no era Mariner IV, ni las siguientes Mariners que se enviaron a Marte, sino el programa Apolo. Estados Unidos se jugaba con Rusia la carrera espacial y necesitaba dar cobertura urgente a sus misiones. Como señaló Urech las misiones de los 60 precisaban de contacto continuo con la Tierra y perder la conexión durante 8 horas -el tiempo que por la rotación de la Tierra no había contacto con la Luna ni desde Estados Unidos ni desde Australia- era prácticamente echar por tierra la misión. Fresnedilla y Robledo pronto se dedicaron casi en exclusiva al programa Apolo y sus preparativos (orbitales y sondas lunares, como Surveyor), mientras que Cebreros se dedicó a las misiones con Marte.

 

Allí, al frente de la estación de Cebreros, estuvo José Manuel Urech durante la década de los 70, “disfrutando como un niño” de misiones como las Mariner y la Viking, hasta su cierre en 1981, junto a la de Fresnedillas -famosa porque su antena, traslada tras su cierre a Robledo, fue la primera en recibir las palabras de Neil Armstrong desde la Luna-, víctimas de una crisis de la NASA que hizo que se pospusieran todas sus misiones de exploración del sistema solar.

 

Robledo de Chavela fue la única que resistió, ya con Urech como director, la crisis de los 80 -amenizada por la misión Voyager, que visitó las inmediaciones de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, durante la década-, hasta finalmente salir fortalecida y permanecer como uno de los tres únicos complejos de comunicaciones de la NASA con el espacio profundo (todo lo que está más allá de la órbita de la Luna, es decir de aproximadamente 2 millones de kilómetros) y ha dado cobertura desde entonces a decenas de misiones, que fueron repasando durante las dos jornadas del curso el resto de directores de este Complejo que hoy, sesenta años después, como señaló Enrique Teruel, sigue recibiendo “señales que nos permiten entender mejor el universo y a nosotros mismos”.