CINE

Fotograma de "El último duelo"

"El último duelo", de Ridley Scott

Texto: Ángel Aranda - 11 feb 2022 09:44 CET

La fiebre del “Me too”, que invade durante los últimos años tanto el planeta geográfico como el cinematográfico, llega a la gran pantalla de la mano uno de los mitos vivos del séptimo arte, Ridley Scott (Blade Runner, Gladiator), quien añade en este caso a su ya manido espectáculo fílmico la denuncia social de cuestiones tan actuales como arcaicas.

 

Francia, 1386. La dama Marguerite de Carrouges (Jodie Comer) acusa de violación al escudero Jacques LeGris (Adam Driver), que niega rotundamente tal acusación alegando consentimiento por parte de la denunciante. El esposo de Marguerite, el caballero Jean de Carrouges (Matt Damon), denuncia el hecho ante el rey Carlos VI y el monarca decide resolver el conflicto a través de un duelo a muerte entre los dos hombres. Quien salga airoso del enfrentamiento estará en poder de la verdad sobre los hechos denunciados por Marguerite de Carrouges, quien también se juega su propia vida en el envite.

 

El guion de la película, basado en el libro de Eric Jager y escrito por Ben Affleck (que también interpreta al conde Pierre d’Alençon), Matt Damon y Nicole Holofcener, cuenta con una estructura particular, que recuerda entre otras a la serie norteamericana The affair (2014), procediendo al relato de los hechos desde los puntos de vista de los personajes implicados. El resultado es una película interesante por el tratamiento del tema y entretenida y vistosa en cuanto a la puesta en escena, la interpretación de los protagonistas y las secuencias de acción.

 

Al igual que en El indomable Will Hunting, película dirigida por Gus Van Sant en 1997, y en la que Matt Damon y Ben Affleck unieron sus fuerzas para escribir el guion que les catapultó definitivamente al estrellato, los dos actores/guionistas han elaborado un desarrollo sobrio de lo que realmente querían contar, en el caso de El último duelo, denunciar la irrelevancia y la falta de credibilidad de la mujer frente a la supremacía física y moral del hombre en la Edad Media, así como sus posibles paralelismos que se establecen con la actualidad. Y eso que solo se han centrado en el caso real de una mujer que, si bien no pertenecía a la nobleza, sí formaba parte de una clase acomodada que habitaba en fortalezas y castillos beneficiándose del vasallaje de los más humildes, con todo lo que se deja entrever sobre lo que supondría el desarrollo de los hechos en el estrato social más bajo. 

 

La Corona, la Nobleza y el Clero son también estamentos sometidos a juicio en el filme –incomprensiblemente para muchos, uno de los grandes olvidados en las nominaciones de los Oscar 2022- a través de un guion que se deja llevar por cierto maniqueísmo en este caso, pero que a buen seguro se acerca mucho a la realidad de unos personajes endiosados por la soberbia y la superioridad que solo otorga el poder despótico.

 

Destacan las interpretaciones de la actriz británica Jodie Comer (Star Wars: El ascenso de Skywalker; Killing Eve) como la mujer agraviada y víctima tanto del agresor, como de su esposo y del sistema en su conjunto; su compatriota Harriet Walter (Belgravia; The Crown) en el papel de suegra cruel y fiel defensora de su hijo; el propio Matt Damon y Adam Driver, quien desde su aparición en la serie Girls hace diez años no ha dejado de encadenar una interpretación estelar tras otra en películas como Historia de un matrimonio o La casa Gucci, entre otras muchas.  

 

Ridley Scott consigue llegar al corazón del espectador a base de mostrar el machismo a ultranza de la época, o, lo que es lo mismo, la indefensión de la mujer ante cualquier cuestión en relación con el hombre, la Iglesia y, en general, el sistema social establecido, que para mucha gente no difiere mucho en ese aspecto del que existe hoy en día.  

 

Para los amantes de la acción pura y dura, las escenas bélicas son de una gran belleza plástica, al igual que la fotografía paisajística, por lo que el veterano director británico no decepciona sino todo lo contrario, tal y como nos tiene acostumbrados. El duelo final es de una factura técnica muy elevada, tanto que por unos momentos el espectador llega a olvidarse del verdadero drama que se dilucida en el combate: la verdad que defiende Marguerite de Carrouges ante todo el poder masculino y su propia vida, pendiente del hilo de una muerte horrible.