CURSOS DE VERANO

Una de las zonas del "Laboratorio de migraciones: Memoria y olvido en tres estampas”

Una doble mirada a las migraciones que busca ser “una máquina de empatías”

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Alfredo Matilla - 26 jul 2021 16:33 CET

La Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial acoge dos actividades, dentro de los Cursos de Verano de la UCM, relacionadas entre sí y con el tema de las migraciones. Por un lado está el curso “¿Emigrantes invisibles? Una mirada contemporánea sobre la emigración de españoles a EEUU (1868-1945)” y por el otro el “Laboratorio de migraciones: Memoria y olvido en tres estampas”. El director del curso, James D. Fernández, y el secretario, Luis Argeo, coinciden en que su deseo sería que este trabajo que llevan años realizando se convierta en “una máquina de empatías”.

 

Explica el catedrático James D. Fernández que este proyecto lleva ya desarrollándose 15 años, de los cuales 12 han sido de manera conjunta con Luis Argeo. La idea surgió de la fascinación por el “pequeño grupo de migrantes que decidieron irse a Estados Unidos entre finales del XIX y principios del XX”.

 

Reconoce Fernández que fue una migración pequeña, de varias decenas de miles de personas, comparados con los 4 millones de españoles que fueron en ese periodo a América Latina. De acuerdo con él, ese ha sido el periodo histórico en el que más españoles han emigrado a América desde la llegada de Colón.

 

Llegar a la historia de aquellos españoles emigrados en Estados Unidos sólo se puede hacer a “través de la memoria viva de sus documentos y familiares”. En esa relación con imágenes y familias, los responsables del proyecto han descubierto que existen contradicciones entre unas fuentes y otras. Esas diferencias son mayores cuanto más lejanos son los familiares a los que han podido entrevistar, porque el paso del tiempo ha ido creando un relato diferente de lo que ocurrió en aquellos años. Explica Fernández que, por lo general, la primera generación conserva una memoria muy buena y tiene cierto conocimiento de causa, pero si ya se va a nietos o bisnietos, “la historia que nos cuentan y la de los documentos tienen grandes discrepancias”.

 

Por tanto, el proyecto, de acuerdo con sus diseñadores, tiene tres objetos de estudio. El primero de ellos es el fenómeno de la migración en sí, el segundo es la creación de relatos de las familias y el tercero es un intento de recuperar la historia tal como fue. La idea que subyace detrás del proyecto es “romper fronteras entre la academia, la familia, lo formal, lo cinematográfico, lo radiofónico, lo real, lo ficticio…”.

 

Añade Fernández que uno de los temas que más les ha sorprendido es la distinción que hacen las familias entre sus migrantes y los actuales, en lo que parece una falta de empatía hacia la realidad actual. Los investigadores se preguntan a qué se debe esa falta de empatía y sueñan con poder resolverla dando a conocer la realidad.

 

El catedrático aclara que las migraciones se dan cuando hay varios ingredientes: desigualdad de oportunidades, conocimiento de esas desigualdades y movilidad. A eso se unen elementos burocráticos como las fronteras, los pasaportes, las leyes… “Pero en realidad no hay grandes diferencias entre unas migraciones y otras, lo diferente sólo está en lo accesorio, en esos papeles y esas fronteras”.

 

El laboratorio

Para acercarse, de una manera artística, a la experiencia de la emigración, se ha diseñado, también en la Casa de Cultura, un laboratorio de migraciones, que Sara Torres, coordinadora de Humanidades y Actividades Extraordinarias de los Cursos de Verano, define como un buen ejemplo de creación artística colectiva que favorece el aprendizaje.

 

Carlos López, uno de los comisarios de la muestra, explica que el laboratorio está dividido en tres etapas: la víspera de la partida, el cruce de fronteras y, por último, la etapa de “ni de aquí ni de allí” que se corresponde con la etapa de la vida en la que la persona se debate entre quedarse para siempre o volver a sus orígenes.

 

En la sala se exponen objetos y fotografías, algunos de ellos “no cuentan nada, pero sí que evocan muchas sensaciones distintas”. También hay dos zonas de photocall, una en la segunda etapa, en la que está prohibido sonreír, ya que eran las fotos para los documentos oficiales, y otra en la última, en una réplica de cartón piedra de un barco, que imita a esas imágenes que se enviaban a la familia desde el lugar de llegada para que supieran que estaban felices.

 

De acuerdo con López, la idea del laboratorio es que la muestra crezca con las aportaciones de los visitantes, que se pueden hacer fotografías e interactuar con los diferentes objetos.