CURSOS DE VERANO

Jaume Peris, profesor de la Universidad de Valencia, ha participado en el curso  “Memoria democrática y ciudadanía: El Valle de los Caídos en perspectiva comparada”

Villa Grimaldi y la ESMA, dos ejemplos de resignificación de lugares del horror

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Alfredo Matilla - 23 jul 2021 13:48 CET

El curso “Memoria democrática y ciudadanía: El Valle de los Caídos en perspectiva comparada” se ha centrado en cómo resignificar el Valle de los Caídos para que pase de ser un monumento de exaltación franquista a un espacio de memoria. Aparte de hablar de manera concreta en cómo conseguirlo, se han presentado otros ejemplos como los de Villa Grimaldi en Chile y la ESMA en Argentina, dos sitios que han cambiado su perspectiva totalmente, según ha contado Jaume Peris, profesor de la Universidad de Valencia.

 

Explica Jaume Peris que esos dos son casos emblemáticos de América Latina, porque pasaron de ser espacios de violencia y perpetración de detenciones y torturas a ser lugares de memoria. Villa Grimaldi, antes de ser ese centro de tortura extrema, había sido una residencia privada, un restaurante y una especie de discoteca, situación que cambió en 1973, cuando lo toma la organización de inteligencia de Pinochet y lo convierte en un centro del horror.

 

Se calcula que por allí pasaron unas 4.500 personas de las que desaparecieron o fueron ejecutadas 241. Unas cifras muy diferentes a las de la ESMA bonaerense, que era la Escuela Mecánica de la Armada, y en cuyo Casino de Oficiales hicieron desaparecer a unas 5.000 personas y donde sólo hubo 200 supervivientes.

 

Esas realidades diferentes han hecho que la responsabilidad de convertirlos en centros de memoria haya recaído en distintos agentes. Mientras que en Chile ha sido responsabilidad fundamentalmente de los supervivientes, en Argentina ha recaído en las familias de los desaparecidos y ejecutados.

 

También ha sido diferente la resignificación de los lugares, sobre todo porque Villa Grimaldi fue demolida en 1991 para hacer viviendas y, de paso, “borrar la huella del crimen”. La presión vecinal, ya sobre las ruinas, hizo que el Estado chileno expropiara los terrenos y los entregara a la Corporación Villa Grimaldi, creado por asociaciones vecinales, grupos de Derechos Humanos y supervivientes. De allí surgió el actual Parque de la Paz.

 

Ese espacio, de acuerdo con Peris, “es casi como un conglomerado de diferentes acciones que no se pueden articular, son la disputa de la especialización, de las contradicciones que se dan en el campo de la memoria en Chile”. La primera práctica de memoria, tras la dictadura, se basó en la no confrontación y en la no visibilización de los crímenes, de ahí que la primera fase del Parque de la Paz fue crear un lugar de paz que hiciese alegoría de la vida.

 

En aquel diseño no se hacía ninguna referencia al horror que pudieran entender las generaciones futuras. Poco a poco se han ido añadiendo elementos, como baldosas en el suelo, que era lo único que veían las víctimas de todo el espacio de tortura, y con lo que se consigue que “el visitante viva, en cierta manera, la experiencia de los supervivientes”. A eso se han sumado la reconstrucción de algunas salas de encarcelamiento y de la torre, que era el lugar fundamental de las torturas.

 

Se ha incluido también un mural de las víctimas, con los nombres de los fallecidos, grabados sobre una roca que imita un “efecto fósil”, con lo que se quiere crear otra metáfora sobre que allí había vida antes y ahora sólo queda la huella. “Es un intento de captar artísticamente la relación compleja entre el pasado y el presente”, aclara Peris.

 

Por su parte, en la ESMA, el recuerdo de las víctimas se ha hecho con retratos que se pueden ver en la fachada exterior, porque no se quería que estuvieran dentro del lugar de tortura y asesinato.

 

La idea del vacío, también es compartida entre espacios como Villa Grimaldi, la ESMA e incluso el monumento del 11S, en Nueva York. En el parque chileno se crea dentro de una instalación con forma de cubo incluido, donde al principio el visitante no capta más que la oscuridad y el sonido del mar, y que luego, cuando se adapta la vista, permite ver trozos de los raíles que se utilizaban para lanzar a las víctimas al océano y que no flotasen.

 

La última fase de recuperación de la memoria llevada a cabo en Villa Grimaldi ha sido la propia voz de los supervivientes, representada tanto por los guías que enseñan las instalaciones y que fueron algunos de los que sobrevivieron a aquellas torturas, como por el Archivo Oral. En este archivo, que sólo se puede consultar in situ, se han grabado las narraciones de los supervivientes.