REPORTAJE

La comunidad docente, durante la sesión con la que cerraron este curso

Docentes que quieren ser mejores docentes

Fotografía: Jesús de Miguel - 23 jun 2022 12:01 CET

Está terminando el curso y María, Marcos, Guadalupe, Alba, Juanma, Nuria, Concha, Rafaela, Sergio, Elvira, José María, Teresa y una segunda María, se han citado en el aula 1525 de la Facultad de Educación para hablar sobre cómo les ha ido este año y ver en qué pueden mejorar a partir de septiembre. Lo cierto es que estas reuniones las mantienen más o menos una vez al mes. En ellas hablan de cómo les va, de sus problemas y también de sus éxitos, de sus preocupaciones y hasta de sus certezas. Lo hacen de manera confidencial, como si estuvieran en familia, en busca de otros enfoques, metodologías e incluso de “trucos” que poder utilizar en sus aulas. Estas trece personas, en efecto, son docentes. Lo son en muy diversas titulaciones de la Universidad Complutense, tienen diferentes edades, pero una característica común: son docentes que quieren ser mejores docentes.

 

María Vega, profesora del Departamento de Investigación y Psicología en Educación de la Facultad de Educación, lleva dos décadas promoviendo las denominadas “comunidades de aprendizaje”. Dice que en ellas ha aprendido más de lo que ha enseñado, logrando crear un “legado cultural de conocimiento compartido”. En su libro Creando comunidades de aprendizaje en la Universidad. Una propuesta de formación experiencial (Editorial Morata, 2020), explica cómo son estas comunidades, cómo funcionan y cuáles son sus objetivos. En la entrevista que concedió  a Tribuna Complutense con motivo de la publicación del libro, la profesora Vega explicaba de forma apasionada lo que siente el profesor o profesora que participa en una comunidad de aprendizaje: “La idea básica es: vive tú, vívete como aprendiz, conócete como aprendiz y vete al aula como un aprendiz más que, junto con otros en una comunidad con un objetivo común, vamos a aprender sobre algo que nos ayudará a resolver problemas de diferente manera. ¿Es un cambio metodológico? Es cambio de concepciones, cambio de creencias, de lo que es un aula, de lo que es una relación profesor-alumno, de cuál es el papel que juega el contenido. Entonces una vez que tú has decidido junto con ellos, comprometidos con esa comunidad de aprendizaje, comprometidos a que queremos un aprendizaje de transformación, que implica una motivación intrínseca, vamos a ver que lo que hacíamos antes no es que no sea válido, es que no es suficiente. Tenemos que hacer algo más y ahí ya viene el aprendizaje recíproco, el autorregulado o el buscar contextos naturales”.

 

En aquella entrevista con María Vega surgió la posibilidad de asistir a una sesión de una de estas comunidades de aprendizaje. Un año y medio después, ambas partes cumplimos con lo prometido.

 

Los trece docentes presentes en el aula 1525 de la Facultad de Educación - alguno más que forma parte de la comunidad no ha podido asistir- hacen balance de lo realizado este curso, con la idea -ese es el objetivo de la sesión de hoy- de ver qué mejoras pueden hacer en las sesiones del próximo curso. Porque, eso lo tienen claro, todos ellos quieren seguir formando parte de esta comunidad. La sesión la han organizado Marcos y Guadalupe, profesores ambos de la Facultad de Informática. Marcos es el primero que lleva la voz cantante, aunque enseguida aclara que su opinión tiene exactamente el mismo peso que la de los demás. La primera pregunta a la que propone buscar una respuesta es ¿Qué ha supuesto para cada uno de nosotros este curso académico? La metodología que propone para llegar a respuestas comunes es establecer pequeños grupos de 3 o 4 integrantes. Cada uno de ellos escribe en un papel una palabra o frase corta, que después pone en común con el resto de integrantes del grupo. Un portavoz de cada grupo informa al resto de la comunidad de lo consensuado. Es la propia María Vega, que hoy es una profesora más de la comunidad, quien comienza la puesta en común. Las conclusiones que lanza su grupo son: la importancia de la presencialidad; humanización, más empatía y más ilusión; flexibilidad; lo difícil que es no hacer suposiciones en el aula; inclusión. Alba comparte las de su grupo: corresponsabilidad en el proceso de enseñanza, flexibilización, inventarse, valorar más la presencialidad. La otra María toma la palabra: estructurar la clase, empatía, adaptabilidad. Juanma cierra el círculo: paz, equilibrio; uso de rúbricas; cada grupo es distinto; han aprendido a escuchar. Por supuesto, no todo es color de rosas. Algún comentario sugiere la dificultad en encontrar el equilibrio entre empatía y contenido. "He intentado hacerlo fácil y me he pasado”, confiesa uno de los docentes.

 

Sin solución de continuidad, Marcos plantea la segunda pregunta de la sesión: ¿Esta comunidad docente qué os ha aportado este curso?. La metodología para llegar a las respuestas en esta ocasión es la denominada “Café diálogo”. Se forman grupos diferentes a los anteriores y sus integrantes charlan en busca de conclusiones. De nuevo, un portavoz hace la puesta en común. Nuria es la primera en hablar: alcanzar sentido de pertenencia; compartir experiencias, feedback sobre situaciones concretas; relativizar, reconocer prejuicios, entender mi labor como docente, ser mejor profesora. María, María Vega, interrumpe emocionada: “Gracias”, balbucea. Concha aporta a la comunidad lo hablado en su grupo: recarga emocional, ir a trabajar con ilusión, aprendizaje de trucos, dinámicas, tecnologías, transformar el aula, reflexión. María no es capaz de pronunciar palabra cuando llega el turno de Rafaela: sentirnos parte de algo, sentirnos escuchados y valorados, saber que podemos cambiar cosas, más seguridad en lo que hacemos, hacer las clases más dinámicas. Marcos pone el colofón: “Mejorar como profesores y como personas”.

 

Para trabajar la tercera pregunta, la que es la finalidad de esta sesión, toma el timón Guadalupe. Propone una nueva dinámica: la de los seis sombreros. Antes de hablar cada uno debe pensar con qué sombrero lo está haciendo. El blanco es el de la propuesta objetiva; el rojo, el de la intuición; el negro, el del prejuicio; el amarillo, la lógica positiva; el verde, la creatividad, y el morado, el de la visión global, el que llevaría un director de orquesta. La pregunta a responder es ¿cómo queremos enfocar el grupo el año que viene? Guadalupe pone una última condición: “No valen los peros ni sus sinónimos. Son palabras que destrozan”.

 

La propia Guadalupe escribe en la pizarra las aportaciones que van haciendo sus compañeros de comunidad con su respectivo gorro en la cabeza. A todos les gustaría ir a ver cómo sus compañeros de la comunidad imparten sus clases. También les parece buena idea que las sesiones alternen su celebración en las distintas facultades y que en todas ellas se realicen dinámicas prácticas como las de la sesión de hoy. También les parece interesante la posibilidad de invitar a “gente interesante” a dar alguna charla. Ven factible la posibilidad de crear grupos por facultades, que den lugar a futuras comunidades, y para ello, piensan, que puede ser una buena idea realizar algunas sesiones abiertas para que otros profesores vean cómo funciona la comunidad.

 

Cursos de Formación del Profesorado y Red docente

Conseguir que cada vez más profesores se animen a participar en estas comunidades de aprendizaje es algo a lo que María Vega lleva mucho tiempo dando vueltas. Este curso consiguió que, por vez primera, las sesiones de la comunidad formaran parte de la oferta de cursos de Formación del Profesorado. Se han diseñado tres niveles. El primero -que de hecho ya se ha ofertado en la convocatoria de este mes de junio con el título “¿Cómo podemos facilitar un aprendizaje significativo para la transferencia en el aula?”- es, como señala la propia María, de zarandeo”. A él se puede apuntar cualquier docente. “Se trata de que sientan en primera persona la importancia de la motivación, tanto de trasmitírsela a los alumnos como de que ellos mismos la tengan para enseñar a los alumnos. La motivación suya tiene mucho que ver con la motivación del alumno. El que tienes que cambiar eres tú y al cambiar tú, el alumno va a cambiar porque vas a crear un contexto. Ahí ya tienes claro si quieres ser un profesor que se centra en los seres humanos”.

 

El siguiente nivel -que estará incluido en la oferta de cursos que se lanzará en septiembre- ya aborda cómo participar en una comunidad de aprendizaje. Lo ideal es que se matriculen los que previamente han pasado por el nivel 1, pero si algún profesor lo tiene claro, puede entrar directamente en este segundo nivel. No es muy largo: cinco sesiones y una parte importante de tutoría. Lo imparte la propia María Vega. Sus sesiones ya están dedicadas a los casos reales de cada uno de sus integrantes, siempre, como recuerda la profesora Vega, con total confidencialidad.

 

El siguiente nivel consiste en formar una comunidad de aprendizaje. Es el que este año han vivido los profesores que protagonizan este reportaje. Entran los que quieren tras pasar por el nivel 2. Son ellos los que se organizan, deciden qué tratar y cómo. Ellos mismos va alternándose en el “liderazgo de la clase”. María es una profesora más que participa en la comunidad. En este curso académico se ofertó como un programa más de la oferta de cursos de Formación del Profesorado, pero ya a partir del curso que viene se organizará como una “Red docente”.

 

Según explica, la coordinadora del Plan de Formación Docente, Charo González Martín, el nuevo Plan Integral de Formación del PDI, que acaba de aprobar el Consejo de Gobierno de la UCM, incluye la figura de “Redes docentes”, entendiéndola como “la agrupación de un número de docentes suficiente, al menos 5, que les aglutina un tema de innovación o profundización en el ámbito docente, que tienen suficiente trayectoria en ello -al menos 3 años demostrables- y que quieren iniciar una línea de desarrollo específica abierta a otros docentes que compartan ese mismo interés. El reconocimiento de estas redes docentes -continúa la profesora González- ayudará a compartir los procesos y resultados de su trabajo constante y mantenido en el tiempo con los demás colegas, promoviendo buenas prácticas que enriquecen nuestra Universidad. Nuestra voluntad es acoger, reconocer y visibilizar este trabajo, en muchos casos escondido y poco reconocido que, sin embargo, aporta un beneficio claro a la calidad de nuestra Universidad. Es una intención explícita de la Universidad generar este espacio de visibilización de las redes docentes activas y los procesos de reconocimiento de ellas. Existirán convocatorias de reconocimiento de estas Redes Docentes”, concluye la coordinadora del Plan de Formación del Profesorado.